Roberto cerró el ordenador con la sensación de haber finalizado uno de los informes más mediocres de su vida. Un informe que, lejos de frustrarle, le satisfacía. ¿Cómo no hacerlo? Había invertido una ingente cantidad de energía en todo lo que se había propuesto hacer en los últimos años. Todo tenía que estar perfecto, brillante, pulido hasta no notarse arista alguna. ¿Pero a quién cojones le importaba un informe como ese? A Roberto no, desde luego, y en el instante que comenzó a desarrollarlo se dio cuenta de que...
Si bien la mediocridad en un ámbito le da a tu jefe por el culo.
La pretensión de excelencia en todos los ámbitos te vuelve, por obligación, mediocre en lo tuyo.
Y Roberto, aun habiendo hecho ese informe de mierda, no quería ser mediocre. Bajó al sótano y deslizó el pincel sobre el lienzo que preparó hacía ya semana y media. El piano de la banda de Dhafer Yousef se mezclaba con su laud conquistando los muros de aquel bajo suelo, aquel cuadro comenzaba a sonar a jazz y al pintor se le iluminó la cara sabiendo que fue la mediocridad la que le regaló el tiempo para hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario