jueves, 29 de junio de 2023

Cabeza, corazón y cojones.

 

Nos separamos sin un adiós, sin una pena decente a la que cantarle durante semanas, sin un jodido mañana al que querer regresar. El desencuentro nos sirvió de altar al que rezarle: virgencita de los que se conocen demasiado, desparrámanos hasta dejarnos dejados de la mano de Dios y cada uno por su lado.

Uno se costriñe la añoranza y veo que tiñe mi esperanza de coraje. Coraje: acto de comerme uno a uno mis eslabones hasta que la boca me sepa a hierro. Coraje: el orgullo de los buenos perros.

 ¿Quién me convence ahora de que los buenos son más queridos que los buenos cabrones?

Que vengan a obligarme a llorarle como es debido a quien no quiso quererme en condiciones.

Que preguntaré por el ruido de las cadenas cuyos eslabones no se han comido.

Porque no es fácil hacerlo careciendo de cabeza, corazón y cojones.

 

La garganta que tragaba sapos ahora estruja las cadenas que me ataban a lo vivido.

Que vengan los testigos como arlequines a explicarme el sentido del destierro.

Que reto a Dios a someterse a un ultraje vestido de traje de colorines.

Ya solo me sostiene el coraje: el orgullo de los buenos perros.

Y no he caminado jamás más erguido, ni jamás he sentido que pisaba más fuerte sobre los adoquines.