El paso anterior precede al que acabo de dar que precederá al siguiente, sabemos el pesimismo final que nos aguarda paciente, pero él no sabe de nuestro paradero.
Pienso, pienso mientras camino, quizás el factor de mi organismo que da rienda suelta a la imaginación esté estrictamente ligado a la capacidad psicomotriz de mis piernas.
-¡Pero oiga! ¿Qué hace usted caminando por el bordillo y no por la acera? ¿¿Por qué extiende los brazos?? ¿¿¿Por qué simula ser equilibrista en mitad de la urbe??? ¡¡¡Es usted un hombre muy raro!!! ¡¡¡¡Me reiré de usted, pero usted no lo sabrá!!!!
Me sonrío, porque yo sonreiré, pero no será ni por su causa ni a causa de usted, porque algo que usted ignora es que ríe por ignorar de qué río yo, y si juzga estupidez y estulticia por una sonrisa sin motivo y se ríe de los que no lo hacen de usted... es usted la persona más infeliz y dependiente que jamás he tenido la oportunidad de desconocer.
Porque mientras yo busco mi licencia para soñar, usted se empeña en carecer de ella.
=)
http://www.youtube.com/watch?v=_AkxFgWCOe0
lunes, 26 de noviembre de 2012
viernes, 16 de noviembre de 2012
La manzana
Un domingo hace cuarenta años estuve en el parque, me gusta leer a Paulo Coelo mientras miro por el rabillo del ojo como las nuevas generaciones se divierten con los mismos columpios que me divertí yo en la ternura de mi niñez.
Ana, la protagonista, estaba de viaje con Pablo, acababan de entrar a una ermita por la fuerza por deseo de ella y con el impulso de él.
-¿Por qué has hecho es...
Frente a mí, en el otro banquito, había un señor, tuve que fijarme en él, tenía barba espesa y sonrisa agradable, en cada muesca de la comisura de sus ojos escondía una historia, era la cara de la sabiduría, de quién ha tenido la paciencia de aprender de cada error que comete.
-¡Abu abu! ¡Mira lo que hago!
¡Qué infancia la de esa pequeñaja! ¡Qué suerte la suya de poder aprender de alguien tan intrigante!
-¡Anda! ¡Pequeña Patricia, hazlo de nuevo mientras tu abuelo se toma una manzana!
-¡Vale! ¡Pero luego me harás el "upa upa"!
-jajajajajajaja ¡Claro pequeñaja! ¡Como cada domingo!
Ese señor introdujo ambas manos en el bolsillo de su abrigo de pescador y sacó una manzana con la mano derecha y del bolsillo izquierdo sacó... ¿¡Un cuchillo!?
¿Iba a usar cuchillo para comerse la manzana?
¡Qué estrambótico! Siempre pensé que era mucho mejor comérsela a mordiscos, que fortalecía las encías y la fibra de la piel...
¡Qué demonios! ¡aquel hombre cortaba las porciones de manzana con sumo cuidado! ¡Con una maestría digna de un chef! ¡No podía ser que lo hiciera sin ningún motivo! ¡Seguro que era mejor comerse la manzana a porciones! ¡Él había descubierto el secreto de las manzanas!
A partir de ese momento lo decidí jamás volvería a comerme una manzana sin cortarla a porciones.
¡Hoy tengo setenta años y puedo afirmar sin miedo a equivocarme que tomé la opción correcta, jamás me supieron mejor las manzanas!
-jajajajajajaja ¡Claro pequeñaja! ¡Como cada domingo!
Le dije a mi nieta Patricia, era tan guapa como su madre, pero no más que su abuela, su pelo rojizo era idéntico al de su abuela, como la añoraba.
Saqué la manzana que llevo cada domingo, y el cuchillo para cortarla. cómo me recordaba a su pelo...
Hubiera deseado volver a tener mandíbula para arrancarle la carne a mordiscos, como antaño, como a ella, como entonces.
Moraleja: Quizás deberíamos imitar menos y pensar y sentir más.
Ana, la protagonista, estaba de viaje con Pablo, acababan de entrar a una ermita por la fuerza por deseo de ella y con el impulso de él.
-¿Por qué has hecho es...
Frente a mí, en el otro banquito, había un señor, tuve que fijarme en él, tenía barba espesa y sonrisa agradable, en cada muesca de la comisura de sus ojos escondía una historia, era la cara de la sabiduría, de quién ha tenido la paciencia de aprender de cada error que comete.
-¡Abu abu! ¡Mira lo que hago!
¡Qué infancia la de esa pequeñaja! ¡Qué suerte la suya de poder aprender de alguien tan intrigante!
-¡Anda! ¡Pequeña Patricia, hazlo de nuevo mientras tu abuelo se toma una manzana!
-¡Vale! ¡Pero luego me harás el "upa upa"!
-jajajajajajaja ¡Claro pequeñaja! ¡Como cada domingo!
Ese señor introdujo ambas manos en el bolsillo de su abrigo de pescador y sacó una manzana con la mano derecha y del bolsillo izquierdo sacó... ¿¡Un cuchillo!?
¿Iba a usar cuchillo para comerse la manzana?
¡Qué estrambótico! Siempre pensé que era mucho mejor comérsela a mordiscos, que fortalecía las encías y la fibra de la piel...
¡Qué demonios! ¡aquel hombre cortaba las porciones de manzana con sumo cuidado! ¡Con una maestría digna de un chef! ¡No podía ser que lo hiciera sin ningún motivo! ¡Seguro que era mejor comerse la manzana a porciones! ¡Él había descubierto el secreto de las manzanas!
A partir de ese momento lo decidí jamás volvería a comerme una manzana sin cortarla a porciones.
¡Hoy tengo setenta años y puedo afirmar sin miedo a equivocarme que tomé la opción correcta, jamás me supieron mejor las manzanas!
-jajajajajajaja ¡Claro pequeñaja! ¡Como cada domingo!
Le dije a mi nieta Patricia, era tan guapa como su madre, pero no más que su abuela, su pelo rojizo era idéntico al de su abuela, como la añoraba.
Saqué la manzana que llevo cada domingo, y el cuchillo para cortarla. cómo me recordaba a su pelo...
Hubiera deseado volver a tener mandíbula para arrancarle la carne a mordiscos, como antaño, como a ella, como entonces.
Moraleja: Quizás deberíamos imitar menos y pensar y sentir más.
viernes, 2 de noviembre de 2012
El millonario.
Hoy me gustaría contarles algo que me pasó hace unos años, Paseaba por las calles de Madrid con mil euros en el bolsillo, algo bastante cotidiano en mi día a día, jamás tuve problemas de dinero y es algo de lo que me enorgullezco, hay quienes dirían abiertamente que esa afirmación es pretenciosa y estúpida, pero no escucho ese tipo de acusaciones, son demasiado vulgares para mis oídos. Soy millonario por la gracia del destino y de la familia que me precede y antecede.
Creo que fue a media altura del retiro cuando me encontré al tipo con la sonrisa más grande que jamás fui capaz de ver hasta ese día, andaba diciendo que tenía una idea, era un soñador y me hizo gracia su actitud, por ello, tuve la gallardía de acercarme a aquel hombre con la intención de comprarle su idea, a ver de qué servía.
¡Era genial! No pude aguantar la tentación de volver a la semana siguiente, seguía diciendo que tenía otra idea, ¡y se la compré!
Dios, no vi jamás mayor creatividad que la de aquel joven, que vida, que fuerza, ¡Qué intensidad!
Volví cada semana a comprar sus ideas y a él jamás se le acabaron.
Hoy estoy bajo el puente que cruza el manzanares bebiendo vino del barato.
Porque cuando se me gastó el dinero.
Ya no tuve más ideas.
Moraleja: el dinero está a merced de la originalidad y no al contrario, que no nos hagan perder la cabeza.
Creo que fue a media altura del retiro cuando me encontré al tipo con la sonrisa más grande que jamás fui capaz de ver hasta ese día, andaba diciendo que tenía una idea, era un soñador y me hizo gracia su actitud, por ello, tuve la gallardía de acercarme a aquel hombre con la intención de comprarle su idea, a ver de qué servía.
¡Era genial! No pude aguantar la tentación de volver a la semana siguiente, seguía diciendo que tenía otra idea, ¡y se la compré!
Dios, no vi jamás mayor creatividad que la de aquel joven, que vida, que fuerza, ¡Qué intensidad!
Volví cada semana a comprar sus ideas y a él jamás se le acabaron.
Hoy estoy bajo el puente que cruza el manzanares bebiendo vino del barato.
Porque cuando se me gastó el dinero.
Ya no tuve más ideas.
Moraleja: el dinero está a merced de la originalidad y no al contrario, que no nos hagan perder la cabeza.
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