sábado, 25 de enero de 2020

Las dos miradas.


Yo sé de dónde vienes, pensé, te besé cuando aún no éramos conscientes de nuestro origen, justo antes de que nuestra procedencia comenzara a separarnos. Pero a mí no se me olvida, niña, de dónde vienes, como a ti no se te debe olvidar de donde vengo yo. Recuerdo tus almohadas de algodón, el precio de tu casa y tu uniforme al volver del colegio de pago, tu piso del centro pagado justo enfrente del mío embargado. ¿Crees que me intimida tu posición? ¿Acaso tu soberbia debería empequeñecerme? Guarda esa mirada para los de tu clase niña bonita, a mí no me engañas. No eres más que una novata, una cría que apenas empezó a vivir. Lo que ganaste, lo ganaste por venir de donde vienes, quizás lo sepas, pues, a pesar de todo, eres inteligente. Quizás el saberlo te torture y por eso me miras así, como un perro abatido, como a quien le obligaron a derramar su potencial por la alcantarilla.
Pero no dije nada, la saludé educadamente y me pedí otra cerveza antes de volver con mis amigos.
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Ya sé lo que me vas a decir, niño perdido. Que todo lo que conseguiste fue por mérito propio, pero yo también sé de donde procedes. De las tres casas en propiedad de tu familia, de los coches pagados al contado y de la educación excelente. Ya sé lo que me vas a decir. Que fuiste rico a una edad en la que ser rico no significaba nada. Y aun así lo fuiste, mi pobre niño perdido, desechaste tu potencial por no luchar con todas tus fuerzas. Es cierto, nada tiene que recriminarte quien recibió facilidades económicas en la universidad. Pero no te engañes. Que tu orgullo no nos aplaste. Tu pecho hinchado por tus méritos no cubren lo que en realidad te tortura. Y es que luchas a capa y espada para construir edificios que ni si quiera sabes si te gustan. Por eso sigues perdido, no porque seas pobre. Aquí los dos tenemos que callar. Pero al menos yo no estoy perdida.
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“Por supuesto que no lo estás, te pagaron el camino niña bonita”

lunes, 20 de enero de 2020

Un brillo


La vida, en ocasiones, brilla tranquila. Hay un rincón hueco que se mece en el vaivén suave de la calma, que sana el alma y se dedica a acomodarme, a acomodarla.

Y cuando aquello ocurre, de repente, me doy cuenta de que estoy vivo, que sigo aquí, en algún lugar de mis adentros, y siento profundamente.

Me explico, no hay objeto del sentir en ese momento, no existe dirección que apunte hacia algo, no es un adentro afectando o afectado por un o hacia un afuera; es un adentro mecido, sentido, vivo. Un adentro en silencio, sonriente, sin precio y presente.

Y tanto me brilla ese adentro dentro de mi pozo

Que me rebosa el cuerpo

Y el brillo, sin querer, se me escapa por los ojos.

lunes, 13 de enero de 2020

Los trozos de los cielos.


Se caen en pedazos los cielos.

Los amores rotos se recogen de los suelos. Pero están rotos y afilados. Son cristales que abrazamos sin recelo llorando desgarrados y, en nuestro desgarro, los agarramos. Como si fueran trozos del cielo que se nos cae, como queriendo rehacer el gozo para no olvidarnos de como sabe.

Sabemos del tacto del querer, del pacto que sin querer firmamos.

Que yo no soy un santo, te dije cuando nos besamos. Pero tengo un corazón bonito.

Sabemos del tacto del querer y del pacto que sin querer firmamos todos.

Que nada es seguro, que el abandono es entendible.

Que nacemos solos y todos somos sustituibles.