Me levanté sin resaca. Pareció ser el primer domingo de mi vida, la jaqueca que acontencía por costumbre un día como ese, me dio una tregua, en la misma medida que yo le daba tregua a mi hígado.
Y a pesar de todo ayer parecía cubierto de la niebla más acogedora.
Recuerdo que tu camisa apretaba tus curvas, que tu sonrisa cercenaba cualquier tensión, y que nada fue como lo planeamos.
Recuerdo que ayer no existía el mañana, que nos arrancamos la miel de los labios para meterla en propia boca. Recuerdo que arranqué los botones que gritaban ser desabrochados, recuerdo que gemiste cuando arañé tu espalda, recuerdo tu boca entreabierta, y tus ojos entrecerrados, recuerdo la bestialidad de tirar todo lo que nos molestaba y que desafiamos a los cielos, recuerdo sobre todo, que las sutilezas se tornaron inconcebibles y que fuimos fuego.
Pero ahora duermes en la cama y no se si querrás que me largue.
Así pude aprender que nunca hay ayer ni mañana, y que ahora me niego a relajarme.
miércoles, 17 de septiembre de 2014
domingo, 14 de septiembre de 2014
.
Que te calles coño.
Que no hables, que cierres tu sucio pico cubierto de barro, que tapes tu farragosa boca con lo primero que encuentres, que seas silencio de sepulcro, que ¡hasta tus dagas se cansaron de cruzar mi costillar! que quizás gritar que no me habré de hundir con tu desquicie sea el primer paso para hacer de tal promesa una realidad latente.
Y creer, creer que cubrir de verborrea lo que prefiero decir claramente es una imbecilidad. Soy la hostia, tan fuerte como la risa que emana de mí, ¿Y si esto fuera acangrajearme?
¿Qué niño del que fuimos estaría orgulloso de lo que somos ahora?
Es más, quién de nuestros yo's pasados estaría orgulloso de nosotros.
El niño jugaba más y temía menos.
El pre-adolescente ansiaba el siguiente año, el cambio, guerreaba con lo que se le antojaba defectuoso.
El adolescente se mataba a pajas, ansiando un sexo que parecía no llegar nunca, pero hacía de su frustración algo maravilloso, convertía en risa lo que caía en sus manos. Y sus manos comenzaron a viajar por rincones maravillosos.
¿Y qué hay del joven de hoy?
Maldito imbécil, ¿Acaso se te olvidó jugar?
Maldito imbécil ¿En qué momento cambiaste el arrojo por la cautela?
Maldito imbécil. ¿Cuándo decidiste ser más débil que tu debilidad?
Maldito imbécil. ¿Acaso olvidas como suenas?
"Reto a cargarme de lo que se piense que no puedo aguantar"
Reventando así el pie que cojeaba, y haciendo de la tara un poema.
A la puta mierda.
Que no hables, que cierres tu sucio pico cubierto de barro, que tapes tu farragosa boca con lo primero que encuentres, que seas silencio de sepulcro, que ¡hasta tus dagas se cansaron de cruzar mi costillar! que quizás gritar que no me habré de hundir con tu desquicie sea el primer paso para hacer de tal promesa una realidad latente.
Y creer, creer que cubrir de verborrea lo que prefiero decir claramente es una imbecilidad. Soy la hostia, tan fuerte como la risa que emana de mí, ¿Y si esto fuera acangrajearme?
¿Qué niño del que fuimos estaría orgulloso de lo que somos ahora?
Es más, quién de nuestros yo's pasados estaría orgulloso de nosotros.
El niño jugaba más y temía menos.
El pre-adolescente ansiaba el siguiente año, el cambio, guerreaba con lo que se le antojaba defectuoso.
El adolescente se mataba a pajas, ansiando un sexo que parecía no llegar nunca, pero hacía de su frustración algo maravilloso, convertía en risa lo que caía en sus manos. Y sus manos comenzaron a viajar por rincones maravillosos.
¿Y qué hay del joven de hoy?
Maldito imbécil, ¿Acaso se te olvidó jugar?
Maldito imbécil ¿En qué momento cambiaste el arrojo por la cautela?
Maldito imbécil. ¿Cuándo decidiste ser más débil que tu debilidad?
Maldito imbécil. ¿Acaso olvidas como suenas?
"Reto a cargarme de lo que se piense que no puedo aguantar"
Reventando así el pie que cojeaba, y haciendo de la tara un poema.
A la puta mierda.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)