miércoles, 17 de septiembre de 2014

Lo que existe.

Me levanté sin resaca. Pareció ser el primer domingo de mi vida, la jaqueca que acontencía por costumbre un día como ese, me dio una tregua, en la misma medida que yo le daba tregua a mi hígado.

Y a pesar de todo ayer parecía cubierto de la niebla más acogedora.

Recuerdo que tu camisa apretaba tus curvas, que tu sonrisa cercenaba cualquier tensión, y que nada fue como lo planeamos.

Recuerdo que ayer no existía el mañana, que nos arrancamos la miel de los labios para meterla en propia boca. Recuerdo que arranqué los botones que gritaban ser desabrochados, recuerdo que gemiste cuando arañé tu espalda, recuerdo tu boca entreabierta, y tus ojos entrecerrados, recuerdo la bestialidad de tirar todo lo que nos molestaba y que desafiamos a los cielos, recuerdo sobre todo, que las sutilezas se tornaron inconcebibles y que fuimos fuego.



Pero ahora duermes en la cama y no se si querrás que me largue.

Así pude aprender que nunca hay ayer ni mañana, y que ahora me niego a relajarme.

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