Era jueves, y ella, tan soñadora como de costumbre terció a tomarse un tercio entre las más desconocidas caras, era nueva en la ciudad, así que bajo el influjo del libro bajo el brazo como excusa cursó como teoría seguir el camino de la casualidad, ¿Qué cabía esperar de un bar con la barra reluciente? Se sentó en la banqueta de madera, estaba coja, pero le gustaba. Él le sonrió.
-¿Qué te pongo niña?
-¿Tenéis estrella galicia?
Su sonrisa se tornó a una suave burla.
-¿Estrella galicia? No eres de por aquí ¿Verdad?
Ella le correspondió y sus labios dieron paso a una hilera de dientes.
-Me gusta viajar -dijo ella sin apartar la vista.
-Ya veo niña, ¿Sabes? Yo tengo ascendencia gallega -él no podía parar de sonreírle y ella no podía dejar de sentirse especial, de ahí la correspondencia.
-¿Hablas en serio?
-Pues lo cierto es que no, pero es que no podía dejar que te marcharas sin tratar de arrancarte unas cuantas palabras.
volvió a sonreír y se dispuso a contestar, pero él volvió a hablar.
-Tan sólo te encubriste con una leve sombra de ojos, lo que significa o que tratas de esconder algo que te acompleja o que piensas que la belleza de tus ojos es digna de resaltarse, lo cual te convertiría en alguien con gran grado de autoconocimiento y por ende con alto grado de interés, no llevas tacones, ni si quiera alzas, lo que da a entender que prefieres optar por la naturalidad y la comodidad que por la superficialidad y la exuberancia, llevas "el hombre de los dados" bajo el brazo y eso te hace una de las chicas más interesantes que he conocido, y lo más importante sonríes cuando hablo, lo que me induce a pensar -hizo una pausa y la observó con una mueca de sospecha- ¿Que te gusta la cerveza?
-O que me gusta el camarero.
No pudieron evitar reírse y una velada se programaba para después de las doce.
Era jueves, y él, altivo siempre en su mirada, y sin orgullo en su profesión pasaba la bayeta sobre la humedad de la barra, como el jueves anterior. ¿Qué cabe esperar de un jueves de otoño? La pregunta resonaba entre los resquicios de su mente dejando paso a una sonrisa que le hacía muescas en las comisuras de los ojos.
Era jueves y ella, tan misteriosa de costumbre, decidió cambiar de tercio y terciar un escape a otro tugurio para por una vez en mucho tiempo desconectar de las caras conocidas, portaba la influencia de la excusa como norma y con un cuaderno y un bolígrafo se dirigió a la primera taberna que encontró. Se sentó en la banqueta negra, firme, le gustaba. Él le sonrió.
-¿Qué te pongo niña?
-Una fanta de naranja.
Su sonrisa se tornó a una suave burla
-¿Una fanta de naranja? no eres de por aquí ¿Verdad?
Ella apartó la vista un momento para volver a mirarle con una sonrisa de oreja a oreja.
-Pues yo sí, ¡pero se ve que tú no tabernero!
No se pudo evitar irrumpir en una carcajada mutua.
-Bueno, he de reconocer que tengo ascendencia vikinga.
-¡Wau! ¿En serio? -Dijo ella abriendo los ojos de par en par.
-Pues no, pero es que no podía dejar que te marcharas sin tratar de arrancarte unas cuantas palabras.
Volvió a sonreír y se dispuso a contestar, pero él volvió a hablar.
-Tan sólo te encubriste con una leve sombra de ojos, lo que significa o que tratas de esconder algo que te acompleja o que piensas que la belleza de tus ojos es digna de resaltarse, lo cual te convertiría en alguien con gran grado de autoconocimiento y por ende con alto grado de interés, no llevas tacones, ni si quiera alzas, lo que da a entender que prefieres optar por la naturalidad y la comodidad que por la superficialidad y la exuberancia, llevas un cuaderno agarrado con un bolígrafo bajo el brazo y eso te hace una de las chicas más interesantes que he conocido, y lo más importante sonríes cuando hablo, lo que me induce a pensar -hizo una pausa y la observó con una mueca de sospecha- que ¿te encanta la fanta?
-También me gusta el camarero.
No pudieron evitar reírse y una velada se programaba para después de las doce.
Era jueves y la primera cayó en la cuenta. ¿Quién no lleva sombra de ojos? ¿Quién se pone tacones a media tarde? y lo más importante ¿Quién no se busca una excusa para caminar?
Era jueves, y mientras él follaba, la primera comprendió que la especialidad se basa en lo que uno haga sentir y hacer y no en lo que le hagan sentir y hacer a uno.
Y con una sonrisa se preguntaba. ¿Hay mutualidad posible?