“El
dinero compra la inteligencia, pero no la sensibilidad”, algo así escribí, en
un alarde de idealismo retórico, hará media década, “nada nuevo bajo el sol”,
pienso en un piso que se comienza a acomodar a la presión de mis pies al
retorcerse sobre sus losetas.
La
novedad bajo el astro es escasa para el realista, nula para el pesimista,
abundante para el psicótico. No hay más cosas que las que existen y en esa
carencia de sorpresa continua, nos queda quizás adiestrarnos en la apertura.
Sentir los matices de las texturas de las palabras. Sí, quizás mismos discursos,
pero diferente pronunciación. Sí, quizás mismas defensas, pero diferente nivel
de convicción.
Entre
tanto estímulo que reclama mi atención, termino aturdido, lelo, atento a la
distracción y sin la precaución de acabar insensible.
¿Cómo
dar en plena guerra las paces?
Quizás
el logro último sea quedar, lagrimear y escuchar el juicio en boca de otro “hoy
estás muy susceptible”.
Sí,
y ojalá no se me pase.