Yo, humanista, alguien
lúcido y con estudios, no podría sino considerarme entre la mediocridad de mi
generación. No era de extrañar viendo quién se erige como adalid del éxito en
la actualidad. No es de extrañar viendo que la superficialidad y la falta de honestidad
siempre tiene premio. Somos dueños de un destino en el que la lucha de fuerzas
nos hará virar y elegir bando.
Aquí cada cual tiene su
propio análisis del modelo de realidad, ese es el motivo de la diferencia
nominal del bautismo de los dos conceptos contrapuestos que dominan el mundo.
No hay un consenso por empeñarse en la diferencia de matices, porque son los
matices los que nos hacen entes pensantes. Pero si optamos a un reduccionismo
simplista yo nominaré mis dos conceptos, mis dos bandos imbuidos de la fuerza
de sus miembros.
Es el bando de los
imbéciles, engañados por sí mismos para identificarse como inteligentes por la
ausencia de sentimientos, que no de sensaciones, movidos por lo superfluo y
casi vacíos. Y el bando de los honestos, movidos por una interna pasión, una
honesta sensación de vida que mueve unos pasos en una sociedad estancada hecha
por y para el otro bando, el de los imbéciles. Por eso cada vez hay más
imbéciles, porque si quieres encajar en este mundo o eres imbécil o tratas de
serlo.