sábado, 13 de enero de 2018

Era de contradicción.

Dijeron que habíamos de permanecer en el camino, que salirse era perderse y perderse significaba no tener la posibilidad de volver a la seguridad de las vías. Todos escogieron caminos, todos supieron que hacer con sus pies, sus tobillos parecían ir acordes al chirriante sonido unas neuronas seguras, decisas, altivas. La duda no incurría en tropiezo alguno ni parecía que las piedras incomodaran a los caminantes, si es que acaso había piedras en aquellos elegidos caminos y atrás nos quedamos los ajenos al groso de “todos”.
Nosotros somos los perdidos, los que escogimos escaparnos del camino y no terminamos de encontrar uno que sea honesto, los que vagan por el bosque y solo distinguen un asqueroso baile de sombras, los que ven el camino pero de lejos y envidian la seguridad de aquellos caminantes que, ignorantes, caminan con seguridad sobre hipocresía.
Esos somos nosotros. Los inseguros por honestos que prestos escapan de la mentira en acto y del contacto del alardeo responsable. Esos somos nosotros, los que conservan la ética de la prematura juventud habiendo crecido y que solo les deja ser testigos sin participación plena.

Esa es la situación de los perdidos, heridos por mantener la moral en la era de la contradicción.

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