domingo, 21 de abril de 2013

El recubrimiento.

Lo primero fueron los calzoncillos, de licra fina, alta sastrería y clase agarrada a mis partes. Luego fue la camisa, blanca inmaculada, sin rasguño ni impurezas, pulcra y elegante, como debiera de ser, abroché mis botones hasta el cuello y desabroché el último, había que dar imagen de desahogo, la planché con mis manos y fui directo al siguiente paso, los pantalones. Parte baja del traje de azul oscuro, con sutiles líneas que no llegaban a darle el matiz de informalidad pero sí la distinción buscada, se abrocha por encima de la camisa para que quede perfecto. Ahora toca el cinturón, de hebilla de plata, pega con la camisa blanca y destaca al contraste con la tela del pantalón, estoy perfecto. Encima de la camisa faltaba la chaqueta, había de ser idónea, y lo era, iba acorde con el cinturón, las mangas quedaban por donde habían de quedar, en conjunto era digno de denominarse por sí, "estilo", pero todavía estaba descalzo. Los zapatos han de dar la imagen perfecta, pueden representar inseguridad, egoísmo, orgullo, coraje; éstos eran italianos, de color negro acabados en rectángulo y no en punta, brillantes, con betún azul marino. Lo cierto es que estaba impecable, era el mejor.

Cuando bebía mi Jack Daniel's solo con hielo me vi frente a ella, escuchando su dulce fluir de palabras, esperando a mi ingenio, abrí la boca pero... no dije nada.








Fue entonces cuando caí en la cuenta de que yo tan solo era envoltura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario