Pasea un hombre pobre
sobre hojas amarillas.
Con las manos en los
bolsillos y un brillo triste en la mirada. Le hablan de problemas y resbalan en
su espalda, le cantan que cantaba bien y no le importa, le cuentan lo que lo
ajeno soporta y se ríe en silencio.
Que le hablen a él de
pobreza, que de la fortaleza le tiraron. Que le hablen a él de proezas, que le
ha puesto nombre a cada grano del fango. Que le hablen a él de amor, que no
entiende el significado de “condición” ni le vale un cambio.
Sobre hojas amarillas
pasea un hombre pobre. En una escena que sabe bonita, que le suscita que no
todos los broches son de oro, ni todas las noches de despedida, ni la vida es
sencilla, pero al menos respira y camina sobre un sendero hecho de otoño.
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