Hay gente que tiene el
corazón blandito, suave y mullido, como una buena almohada y no importa el tipo
de trabajo que desarrolle, el nivel de estudios que se tenga o la familia que
lo haya criado. No importa el número de corazones que rompió ni cuán rota esté
su figura, no importa como le azote la vida, ni la amargura de las noches más
ácidas. No importan los golpes en las sienes de diez borrachos ni los
enfrentamientos sin importancia, ni siquiera la culpabilidad que deviene de la
dureza. Ni las promesas rotas, ni los sentimientos de reciente cambio.
Hay gente que tiene el
corazón blandito y, a pesar de todo, lo siguen conservando.
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