martes, 1 de noviembre de 2016

El cuarto vacío.

"En cualquier sitio, a cualquier hora"

Esa es la premisa que avisa de la imposible rendición.

Cuando terminé la frase que con tinta azul relucía en la pequeña libreta que compré a un ilustrador en alguna plazoleta de Granada alcé la vista, y sentí el vacío que debió sentir Einstein cuando regaló al mundo su efecto fotoeléctrico, recuerdo que en aquel momento sentí la soledad de la inspiración y creí tan férreamente en lo siguiente que me asusté:

Las grandes cosas, las ideas más fuertes tienen su génesis en un cuarto vacío, desordenado y feo.


La soledad te empuja, te empuja hacia cualquier sitio menos en el que te encuentras, y no es una amable caricia que como una niña te guía, no, es un segurata de dos metros que te espeta "aquí no puedes estar", con suerte, puedes tratar de lidiar con ella, haciendo las veces de valiente.

Pero no corras, no hagas el idiota.

Porque ella es mas rápida que tú, y sabrá guiarte hacia la derrota.

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