domingo, 24 de diciembre de 2017

Treinta kilómetros.

Con una soberbia deplorable decidimos que los hijos nos hacían esclavos y que la soledad era la libertad, que era idiota aquel que decidía permanecer en el lugar donde vino al mundo para crear, de la nada, pureza.
Nos equivocamos, nos equivocamos porque el contexto nos confundió. Siempre pensamos que éramos nosotros los que provocábamos la situación idónea en función de nuestros deseos. Somos idiotas. Por el contrario, era la misma situación, el mismo contexto el que modificaba nuestro comportamiento y maleaba nuestra psique a fin de que se amoldara a su figura.
Y ese contexto, esa situación, todo aquello que queda fuera de nuestra decisión, todo aquello es lo que modifica nuestras decisiones para que encajemos en el mundo.
Digamos que el contexto es un ente vivo, un monstruo biológico en el que estamos inmersos y que nosotros, dentro de él, no somos más que componentes modificables para su supervivencia. Lo que me hace pensar que mis ansias de viajar y mi desapego al compromiso amoroso no es más que una derivación a posteriori de un contexto económico desfavorable. Un contexto que me obligaba de pleno a desechar la posibilidad de desarrollar una vida estable dentro del país en el que nací, por eso lo deseché, por eso creí que no me gustaba.
Fue la falta de economía la que me convirtió en viajero, que no se nos llene la boca repartiendo lecciones por haber contemplado mayor diversidad de paisajes.

Puesto que, entre esos paisajes, conocí a quien rebosaba felicidad sin si quiera haberse alejado treinta kilómetros del lugar donde nació.

lunes, 20 de noviembre de 2017

La insoportable levedad del ser.

El crío creció antes de lo que él esperaba y, sin embargo, poco había cambiado. Lo aprendido en el camino parecía enseñarle que el punto medio era lo más sensato, aunque allí no ocurriera nada, absolutamente nada.

Al comienzo, fue el afán de observar lo que le impedía tomar alguna dirección. Observaba, observaba como si en la naturaleza del comportamiento ajeno estuvieran las claves del entendimiento de su propio hilo vital. Pero lo que sacó en claro de aquellas observaciones no fue más que notas desordenadas de un análisis de sus coetáneos y eso poco le ayudaba en su contienda decisiva.

Fue quizás cuando probó la miel de los extremos cuando, aterrorizado, se quedó en el medio, en postura fetal, sin saber hacia donde ir.

La libertad extrema sonaba tan bien en la adolescencia, la absoluta ligereza del alma, el viento en su carrera y el egoísmo supremo sonaba a felicidad. Pero quien se acerca a ese extremo se aleja de la pesadez y, por tanto, de la trascendencia, de la importancia adherida a los hechos que hacen de una vida una obra de arte y se acerca, de una manera terroríficamente peligrosa, a la insoportable levedad del ser.

En el otro extremo estaba lo pesado, la carga sobre los hombros, la decisión determinante que incomoda al alma de una manera orgullosa y altiva, la sublimación, la fortaleza y la valentía de enfrentarse al camino con más piedras. Ahí había trascendencia, tomar esa decisión significaba besar a la importancia, crear a partir de carencias y hacerle justicia a la existencia. Pero hacerlo significaba lidiar con la continua competencia y alejarse del viento.

Así que ahí estaba el crío, en el puto punto medio, no por prudencia, sino por indecisión de su extremo favorito.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Viviendo la ficción

Nos cegó la obsesión por la ficción, la fijación por lo ficticio se usó para olvidar lo que estaba al alcance de la mano, gracias a este olvido, la mano no se acordaba ya de lo que debía de alcanzar. Lo que en un primer momento era alcanzable se cubrió de una niebla densa que emergía de historias que las películas y las series nos contaron y que nos dieron una mentira a la que nos presentamos como aspirantes. Como si aquello fuera cierto, como si aquello le hubiera ocurrido a alguien.

Y la verdad sigue ahí fuera, aunque ya no hay quien la vea.

Y la verdad sigue ahí fuera, pero ya no hay quien la crea.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Corazón blando.

Hay gente que tiene el corazón blandito, suave y mullido, como una buena almohada y no importa el tipo de trabajo que desarrolle, el nivel de estudios que se tenga o la familia que lo haya criado. No importa el número de corazones que rompió ni cuán rota esté su figura, no importa como le azote la vida, ni la amargura de las noches más ácidas. No importan los golpes en las sienes de diez borrachos ni los enfrentamientos sin importancia, ni siquiera la culpabilidad que deviene de la dureza. Ni las promesas rotas, ni los sentimientos de reciente cambio.

Hay gente que tiene el corazón blandito y, a pesar de todo, lo siguen conservando.

viernes, 1 de septiembre de 2017

La seda es impredecible.

Mirando entre mis pies, con la cabeza incrustada en la mesa y con la cara arrugada, en la mueca más triste que puede tener la cara de un hombre, me desesperaba. No pensaba, me resquebrajé.

Y ahora, con la calma silente que da el tiempo, con los brazos tras mi nuca y los ojos clavados a martillazos en la atmósfera, me pregunto: ¿En qué momento se jodió todo?

Las ilusiones se convirtieron en delirios de grandeza, los sueños en una actitud inmadura y el amor en desventuras. Y ante esa horrible evidencia solo queda encogerse de hombros y seguir escribiendo, encogerse de hombros y seguir sintiendo, aunque seguir perdiendo sea lo que eso signifique.


Pero la suerte la cosen manos hechas de seda.

Y hacer lo que nos nace, es lo único que nos queda.

sábado, 26 de agosto de 2017

La canción

Si ves a alguien que me quiso
dile que no me fue mal en la vida
que trato de no perder el juicio
y que me sigue gustando la bebida,
que estoy en un puto punto medio.


Y dale un beso en la mejilla.

viernes, 4 de agosto de 2017

Hueco

-Yo jamás te diría eso.
-¿Por qué?
-Porque aspiro a no ser un egoísta de mierda.
Lo miró con extrañeza, luego con una ascendente sonrisa que se torció hacia el enfado.
-¿Me quieres decir qué ridícula lógica te lleva a pensar eso?

-Verás, la añoranza es un sentimiento honesto, puro y, sobre todo, doloroso. Es palpar huecos en el alma de cuya existencia no eras consciente por haberlos rellenado con trocitos de otra persona. Es buscar lo que cubría esa concavidad antes y darte cuenta de que la tierra que ocupaba su lugar se la llevó el viento. Es ver que un agujero de suave superficie busca algo que lo llene y se desespera, y se duele, y se llora, y se tiembla.

-Pero...

-Pero cuando digo echarte de menos, no hago sino rellenar con vacío un hueco que tú misma llenabas entera, lo hago para que tu respuesta engañe al hueco que dejaste y piense que, si tú también tienes un hueco, mi fuerza al cavar es, al menos, tan fuerte como la tuya. Pero no se declara añoranza para rellenar huecos, sino para ver la profundidad del hueco del otro, y para, de algún modo, dejar que el nuestro siga siendo suave, siga estando blandito.

Prefiero dolerme de manera honesta mi amor, y que si algún día nos encontramos te acomodes en la dureza de mis huecos, te enamores de su eco y me quieras de verdad, aunque solo sea un poquito.

Y que cada uno se mire su agujero y juzgue lo que quiera hacer con él.

lunes, 24 de abril de 2017

La más honesta consecuencia de la conciencia del vacío.

Nadie, digo, nadie está a salvo de sí mismo, pues dentro de las dos opciones disponibles, ninguna beneficia nuestra honestidad. O bien somos fuerza destructiva conocedora del dolor, o bien somos consecuencia de ignorancia que nos llenará de vacío.

Tampoco es para ponernos dramáticos, quien conoce el dolor, quien es consciente del vacío que implica nuestra vana existencia, no por ello ha de nutrirse del continuo acto hiriente que es el mirar nuestro vacío. “Habrá que hacer leña del árbol caído”, alimentarnos del humor que se deriva del conocer lo inútil de nuestra existencia. Mientras el universo se expande, mientras la Andrómeda se aleja poco a poco de mi galaxia, mientras el sistema solar sigue los movimientos que la naturaleza les dictó, mientras el sol se apaga muy poco a poquito, mientras la luna se encara con la Tierra. Mientras tanto, yo hago un chiste guarro en la esquina de un bar de Granada, sabiendo que eso, es lo más honesto que un hombre podría hacer.

viernes, 17 de marzo de 2017

Ai...

Estaba tumbado en el sofá, un capítulo de la serie sucedía al siguiente, que se reproducía de forma automática. Y entre los capítulos, la estufa y la copiosa comida, me entró el soponcio y me dormí. Cuando desperté habían pasado dos horas, me estiré y tras unos minutos de mirar al techo, en un acto de voluntad me incorporé, me puse mis zapatillas y deambulé hasta el cuarto de baño, meé y me miré al espejo.
Volví al salón y me senté frente al ordenador de nuevo, en la pestaña de Netflix busqué Facebook, y comencé a bajar la barra mirando las novedades que ofrecían los perfiles que tenía como amigos.
Tras cuarenta y cinco minutos, un artículo sobre los "mileniars", dos titulares de "elmundotoday", y una noticia sobre cómo Justin Beiber desprecia a sus fans, cerré la pestaña. La volví a abrir, había olvidado ver si Alba me había contestado. No lo había hecho, pero lo había leído. Cerré la pestaña y puse jazz en youtube, Richard Bona, para ser exactos. Me levanté y miré por la ventana, como quien mira un zapato a las cuatro de la mañana al volver borracho a casa.
Me dirigí a mi cuarto con el portátil en la mano y comencé a hacer ejercicio, un poco de sombra de boxeo antes de las flexiones y sentadillas, luego algo de abdominales y tríceps apoyándome en la mesita de noche. Al terminar me duché y, entre la dubitativa de ponerme el pijama o los vaqueros y los zapatos, opté por la primera opción.
Me preparé una tortilla en un bocata y me puse Netflix de nuevo. A mitad de capítulo me quedé dormido y me levanté a las cuatro de la mañana con media temporada reproducida y la molesta necesidad de irme a la cama. Pasé por el baño y con la torpeza de quien se acaba de levantar me lavé los dientes. Quité la ropa sobre mi cama y me acosté.
Cuando sonó la alarma no estaba listo para levantarme, seguí durmiendo dejando que sonara cada diez minutos. Cuando quedaban cincuenta minutos para llegar a clase me levanté. Me preparé un té mientras encendía el ordenador, volví a poner jazz, el concierto de Richard Bona sonaba justo por donde lo había cortado y con ese sonido acompañándome me quedé mirando a la ventana por unos minutos. Preparé la mochila y me fui a clase.
Tras cuatro horas de clase me dirigí a casa y puse a precalentar el horno. El día anterior comí pasta, y como no me apetecía preparar nada con un mínimo de elaboración, me zamparía la pizza que compré haría tres días.

Con la pizza en mano me tumbé en el sofá. Un capítulo de la serie sucedió al siguiente, que se reproducía de forma automática. Y entre los capítulos, la estufa y la copiosa comida, me entró el soponcio y me dormí.

viernes, 17 de febrero de 2017

La clásica concepción

Yo, humanista, alguien lúcido y con estudios, no podría sino considerarme entre la mediocridad de mi generación. No era de extrañar viendo quién se erige como adalid del éxito en la actualidad. No es de extrañar viendo que la superficialidad y la falta de honestidad siempre tiene premio. Somos dueños de un destino en el que la lucha de fuerzas nos hará virar y elegir bando.
Aquí cada cual tiene su propio análisis del modelo de realidad, ese es el motivo de la diferencia nominal del bautismo de los dos conceptos contrapuestos que dominan el mundo. No hay un consenso por empeñarse en la diferencia de matices, porque son los matices los que nos hacen entes pensantes. Pero si optamos a un reduccionismo simplista yo nominaré mis dos conceptos, mis dos bandos imbuidos de la fuerza de sus miembros.

Es el bando de los imbéciles, engañados por sí mismos para identificarse como inteligentes por la ausencia de sentimientos, que no de sensaciones, movidos por lo superfluo y casi vacíos. Y el bando de los honestos, movidos por una interna pasión, una honesta sensación de vida que mueve unos pasos en una sociedad estancada hecha por y para el otro bando, el de los imbéciles. Por eso cada vez hay más imbéciles, porque si quieres encajar en este mundo o eres imbécil o tratas de serlo.

miércoles, 18 de enero de 2017

Pieza con cabeza.

Encorvado, con la taza de té entre sus manos entrecruzadas se plantaba frente al balcón, con la seguridad de la minucia que significaba para el mundo la importancia de su vida, se podría decir, por así contarlo, que tenía "delirios de minucia", situándose en el cúlmen de la humildad por encontrarse de frente con la evidencia de ser una pieza cuya función se impuso sin el su permiso, por tener la ausencia vacía de saber que su círculo más cercano vive en edificios sustentados por varas de plástico, por conocer que su incansable esfuerzo dará con pocos adeptos y ni siquiera podría asegurar que no estuviera equivocado, por ser un mero catalizador de unas ideas que empujaban a los demás a tomar conciencia de su función como catalizadores, por saber que los gestos que aprendió no son suyos y que el orgullo, a sabiendas de esto, suena ridículo, por querer hacer conocer a los demás que lo único que tenemos es la sensación, con el amargo sabor de que la verdad no es reconfortante, por estar en el linde...

-¿Qué haces?
Casi inconscientemente cambió en gesto, sonrió abiertamente.
-Pienso en la banalidad de una vida basada en una existencia colectiva engañada en pos de un sistema vacío y hueco que nos integra como piezas inconscientes.
-Ajá, ¡con que es eso! ¿Y cómo lo llevas?
-Bien, supongo que tras esta conversación lo olvidaré.

Y hablaron toda la noche.

martes, 17 de enero de 2017

lunes, 16 de enero de 2017

La vida en la pradera.

Los unicornios ocultan sus cuernos y se comportan como caballos, mientras los caballos se ponen desatascadores en la cabeza.

martes, 10 de enero de 2017

Otra vez será.

Empezamos, con una escritura sencilla, de recién levantado, como si un sueño perdido se reencontrara. Pero tal epifanía se queda en las puertas.

sábado, 7 de enero de 2017

Bulocracia.

Pongamos que todo es normal, las piezas están en su sitio, la cordura está donde la dejaste, justo al lado de la mesita de noche, junto al cabecero, que todo se tiñe de la normalidad más abrumadora, que lo excitante y lo aburrido, lo extremo y lo corto, el infierno y el edén se esfuman, simplemente no existen, la montaña rusa es una autopista con límite de cien, que no existe posibilidad alguna de saltarse esa normalidad, que por ley innata inmanente a nuestra naturaleza fuera imposible sonreír más de un número limitado de horas o dejar tu trabajo, que por ley natural no hubiera posibilidad de salirse de la norma, que los días fueran la medida que abarcara lo que el promedio de los consiguientes será de aquí a la muerte, que el desorden no fuera más que una ilusión, que quien destaque lo hiciera por el matiz más sutil e insignificante.

Pues me juego mis cojones a que competiríamos en la carrera por la muestra de nuestra insignificante felicidad.

The freedom of the loneliness.

I guess Im afraid of my letters, of each word I could said, cause the words are the only thing I have, the only thing Im owner, but to be honest is not as easy as its looks, to be honest means destroy people you love, and to be alone for ever.

But what do you prefer for yourself? to be an ashole or to be a liar.

Thats why lonely asholes are the best writers, because they saw the reality and they dont have none who cares about the truth.

They dont have none who cares about the real life.

They have the freedom of the loneliness.