Nos cegó la obsesión por la ficción, la fijación por lo ficticio se usó para olvidar lo que estaba al alcance de la mano, gracias a este olvido, la mano no se acordaba ya de lo que debía de alcanzar. Lo que en un primer momento era alcanzable se cubrió de una niebla densa que emergía de historias que las películas y las series nos contaron y que nos dieron una mentira a la que nos presentamos como aspirantes. Como si aquello fuera cierto, como si aquello le hubiera ocurrido a alguien.
Y la verdad sigue ahí fuera, aunque ya no hay quien la vea.
Y la verdad sigue ahí fuera, pero ya no hay quien la crea.
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