Nadie, digo, nadie está
a salvo de sí mismo, pues dentro de las dos opciones disponibles, ninguna
beneficia nuestra honestidad. O bien somos fuerza destructiva conocedora del
dolor, o bien somos consecuencia de ignorancia que nos llenará de vacío.
Tampoco es para
ponernos dramáticos, quien conoce el dolor, quien es consciente del vacío que
implica nuestra vana existencia, no por ello ha de nutrirse del continuo acto
hiriente que es el mirar nuestro vacío. “Habrá que hacer leña del árbol caído”,
alimentarnos del humor que se deriva del conocer lo inútil de nuestra
existencia. Mientras el universo se expande, mientras la Andrómeda se aleja
poco a poco de mi galaxia, mientras el sistema solar sigue los movimientos que
la naturaleza les dictó, mientras el sol se apaga muy poco a poquito, mientras
la luna se encara con la Tierra. Mientras tanto, yo hago un chiste guarro en la
esquina de un bar de Granada, sabiendo que eso, es lo más honesto que un hombre
podría hacer.
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