miércoles, 18 de enero de 2017

Pieza con cabeza.

Encorvado, con la taza de té entre sus manos entrecruzadas se plantaba frente al balcón, con la seguridad de la minucia que significaba para el mundo la importancia de su vida, se podría decir, por así contarlo, que tenía "delirios de minucia", situándose en el cúlmen de la humildad por encontrarse de frente con la evidencia de ser una pieza cuya función se impuso sin el su permiso, por tener la ausencia vacía de saber que su círculo más cercano vive en edificios sustentados por varas de plástico, por conocer que su incansable esfuerzo dará con pocos adeptos y ni siquiera podría asegurar que no estuviera equivocado, por ser un mero catalizador de unas ideas que empujaban a los demás a tomar conciencia de su función como catalizadores, por saber que los gestos que aprendió no son suyos y que el orgullo, a sabiendas de esto, suena ridículo, por querer hacer conocer a los demás que lo único que tenemos es la sensación, con el amargo sabor de que la verdad no es reconfortante, por estar en el linde...

-¿Qué haces?
Casi inconscientemente cambió en gesto, sonrió abiertamente.
-Pienso en la banalidad de una vida basada en una existencia colectiva engañada en pos de un sistema vacío y hueco que nos integra como piezas inconscientes.
-Ajá, ¡con que es eso! ¿Y cómo lo llevas?
-Bien, supongo que tras esta conversación lo olvidaré.

Y hablaron toda la noche.

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