No había alma que soportara una tortura como aquella, tan llena de vacío, del brío inexistente, de gente que no se soportaba, del habla vacía que no quería callar, y es que las lenguas no paraban de hablar.
Decían que no había opinión verdadera y que de ahí nacía el derecho universal de opinar.
Pero las palabras hablaban de alas que crecían en espaldas llenas de llanuras, de sueños de mentes que no se daban tiempo a dormir, de ingentes esfuerzos de debilidad huesuda, de poesía que quería ser alabada, y dejó de buscar para enseñarse porque sí.
Y las lenguas repiqueteaban en su sonar, ataviadas con su galopante vacío, sabiéndose escuchadas, pues todos quieren llenarse de ausencia para no pensar.
Había unas palabras, unas frases, que alguien dijo, que pocos escucharon y que ninguno supo identificar.
Porque quizás estemos preparados para la belleza,
Será por eso que la confundimos con la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario