Adivina, adivinanza, ¿quien se erige como líder de la añoranza?
En presencia se precisa lo pasado, anclado en un futuro mejor, pero no se imagina mejor futuro que el regreso.
Será por eso que somos tan cobardes, y no quemamos fotos ni cartas, ni desprestigiamos el amor mientras cuelgue de un hilo, el hilo que sostiene una balanza que equilibra esperanza y avance.
Pero es imposible avanzar si la balanza no se rompe.
Con que, sólo queda adueñarnos de los platillos que nuestra moral sostiene, aceptar, que si lo que contienen no nos corresponde.
Entonces, quemar la balanza es lo único que nos queda.
Y rezar para que nuestra prudencia se quede quieta presa del pánico que provoca lo arrebatadoramente honesto.
Entonces se oirá el agrio silencio del destroce de todas directrices.
Entonces callaremos todos, solo por saber que nadie está preparado para la verdad.
Por eso es valiente quien la dice.
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