Algo pinchaba mi mente, con sutileza, como toda aquello que trata de convencer, con la delicadeza de la seda, y sin embargo, no conseguía sacar el cifrado oculto en la pinza que sentía.
Mis ojos se entornaron y las conclusiones parecían tan lejanas al entendimiento, tanto que una escritura se quedaba en palabras necias y dispersas, como una bala rota antes del impacto, como el acto de escapar, había torpeza más que cobardía, pero sabía que para ser valiente se requería inteligencia.
Pero ¿hasta cuando se estipula prudente el ser paciente?
De algún modo mi pensamiento lateral no funcionaba, "escritura" me dije "eso debe funcionar".
Una idea arribó en mi mente al releer.
"Está claro que me equivoqué".
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