miércoles, 24 de agosto de 2016

Mis cojones.

Adivina, adivinanza, ¿quien se erige como líder de la añoranza?

En presencia se precisa lo pasado, anclado en un futuro mejor, pero no se imagina mejor futuro que el regreso.

Será por eso que somos tan cobardes, y no quemamos fotos ni cartas, ni desprestigiamos el amor mientras cuelgue de un hilo, el hilo que sostiene una balanza que equilibra esperanza y avance.

Pero es imposible avanzar si la balanza no se rompe.

Con que, sólo queda adueñarnos de los platillos que nuestra moral sostiene, aceptar, que si lo que contienen no nos corresponde.

Entonces, quemar la balanza es lo único que nos queda.

Y rezar para que nuestra prudencia se quede quieta presa del pánico que provoca lo arrebatadoramente honesto.

Entonces se oirá el agrio silencio del destroce de todas directrices.

Entonces callaremos todos, solo por saber que nadie está preparado para la verdad.


Por eso es valiente quien la dice.

martes, 23 de agosto de 2016

Puta mierda.

No había alma que soportara una tortura como aquella, tan llena de vacío, del brío inexistente, de gente que no se soportaba, del habla vacía que no quería callar, y es que las lenguas no paraban de hablar.

Decían que no había opinión verdadera y que de ahí nacía el derecho universal de opinar.

Pero las palabras hablaban de alas que crecían en espaldas llenas de llanuras, de sueños de mentes que no se daban tiempo a dormir, de ingentes esfuerzos de debilidad huesuda, de poesía que quería ser alabada, y dejó de buscar para enseñarse porque sí.

Y las lenguas repiqueteaban en su sonar, ataviadas con su galopante vacío, sabiéndose escuchadas, pues todos quieren llenarse de ausencia para no pensar.

Había unas palabras, unas frases, que alguien dijo, que pocos escucharon y que ninguno supo identificar.

Porque quizás estemos preparados para la belleza,

Será por eso que la confundimos con la verdad.







martes, 16 de agosto de 2016

La pinza

Algo pinchaba mi mente, con sutileza, como toda aquello que trata de convencer, con la delicadeza de la seda, y sin embargo, no conseguía sacar el cifrado oculto en la pinza que sentía.

Mis ojos se entornaron y las conclusiones parecían tan lejanas al entendimiento, tanto que una escritura se quedaba en palabras necias y dispersas, como una bala rota antes del impacto, como el acto de escapar, había torpeza más que cobardía, pero sabía que para ser valiente se requería inteligencia.

Pero ¿hasta cuando se estipula prudente el ser paciente?

De algún modo mi pensamiento lateral no funcionaba, "escritura" me dije "eso debe funcionar".

Una idea arribó en mi mente al releer.

"Está claro que me equivoqué".

viernes, 12 de agosto de 2016

La pistola.

No todos los días son lunes, dijo a primera hora de la mañana, será por eso por lo que sobrevivimos.

Quisimos que el camino se mantuviera derecho, en el estrecho linaje del que participa una nobleza como la nuestra, pero la muestra ya anunciaba el contenido perdidamente lleno de pillaje, será por eso que el equipaje que cargaba no sobrepasada las medidas de mano, para ir ligero, y conservarlo entero, pero no todos los días son lunes, ni todos los meses enero.

No es que espere nada, se dijo, pero, siempre existe un pero, una casilla más en la que se pudiera avanzar, una lanza apuntando hacia el objetivo, un hierro más que cargar, pretendía que mi equipaje fuera ligero, le dije, con toda la amabilidad que pude, "pero yo necesito todo esto", dijo mientras lo metía en mi mochila, y caminamos millas y millas, al comienzo podía fijarme en el paisaje y sus maravillas, en las tablillas de madera que cubrían las casitas, en la lluvia, el sol y los atardeceres que ceden paso a la noche, y llegó el derroche, y el camino se hizo camino y no viaje, y el paisaje se hizo camino y no lienzo, y el viento se hizo ausencia por escapárseme los momentos que la vida me regalaba.

Y forcé mi esfuerzo en cargar con la mochila llena de pertenencias que ni quería ni necesitaba.


Pero ni todos los días son lunes, ni todos los meses enero, ni todas las muertes son de bala.



Pero si tienes cojones, dispara.



lunes, 8 de agosto de 2016

La semilla y el tiempo.

-Si pudierais comprar lo que quisieras en este mundo ¿Qué compraríais? -Dijo el profesor con la viva mirada anclada en cada uno de sus alumnos.
-¡Un coche!
-¡Una campana super grande!
-¡Una mansión!

Rió el profesor a sabiendas de la ignorancia presentada, sin embargo fue clemente en su explicación, al fin y al cabo a penas sobrepasaban la década de edad.

-¿Sabéis lo que compraría yo? Yo compraría tiempo, porque tiempo es lo único que no se puede comprar.

La voz del profesor retumbó en las cuatros paredes del aula de sexto de primaria, y como un eco en el silencio aparcó en los oídos de quienes estuvieron atentos, y como una semilla en el viento que no sabe muy bien donde va a caer, se sembró en la mente de un crío, crío que con el tiempo, ese que parecía no poder comprarse, descubrió que tenía un árbol en la cabeza.


Y cuando la semilla fue secuoya, el niño, convertido en adulto, comenzó a pensar.

"Tiempo es lo único que no se puede comprar" pensó, "¿es que acaso todo lo demás es susceptible de ser comprado?", "lo es, sin duda" Y como aquel crío, convertido en adulto, algo había leído del sistema del que, sin elegirlo, pertenecía, algo sabía.

"Todo es susceptible de ser comprado, todo se puede comprar" siguió pensando, "¿Todo?" se preguntó, "Todo menos el tiempo" "pero... ¿Con qué se compra todo?"

"Con dinero" se respondió "Con esa moneda de cambio que sustituyó al trueque a fin de facilitar los precios comunes, a fin de progresar en la civilización y estipular un precio parecido que se desnivelaría con el tiempo" "con el tiempo"

Fue entonces cuando la semilla convertida en un precioso árbol dio su primer fruto.

"¿Cómo se compra el dinero?" "El dinero no es algo inherente al ser humano, no está entre sus cualidades y habilidades personales, no naces con una cuenta bancaria, ni con una moneda en el pañal lo único que tenemos al nacer es..." la semilla floreció "tiempo"

"Tiempo es lo único que tenemos y dinero es lo que compramos con nuestro tiempo" El alumno, quince años después sonrió al saber de la ignorancia de su profesor.


"No es que no se pueda comprar tiempo, es que nos han enseñado a que hay que es necesario venderlo a un precio de mierda"

"De otra manera, tendremos al sistema contra las cuerdas"





viernes, 5 de agosto de 2016

El temblor.

Sintió un temblor y se puso a recordar, con toda la fuerza de su memoria, pero su memoria, como de costumbre, dejaba mucho que desear, y a pesar de su deseo no hubo éxito en la búsqueda del origen de aquel tembleque, supo, que aunque acabara de tomar consciencia de él, llevaba  mucho tiempo rondando por los recovecos de su piel, y como una estampa se había apoderado de toda decisión que firmaba que como contratos siempre se amontonaron en el rincón de la duda, donde no había opción ganadora.

Fue por aquel entonces cuando se conocieron, y se abrazaron, y se quisieron más de lo que jamás habían querido, y se sintió tan querido que la opción de parar se le aparecía como una tortura, y se vio obligado a la más vergonzosa confesión.

-Tengo, tengo miedo -dijo.

Y como sabiendo la respuesta a aquella pregunta oculta se olvidó de que temblaba. Y llegó el punto clave, la inflexión que lo puso todo patas arriba, las palabras mágicas que sin pedirlas las buscaba como manantial en el desierto en el que él se había colocado, esos fonemas que retumbaban en su mente desde que la conoció y que retozaban en el eco del hueco que llenaba su vacío. Ella las pronunció.

-Todo va a salir bien, te lo prometo.

Dejó de temblar inmediatamente, era una garantía, y la firmó ella sin su petición u obligación comedida, sin callejones sin salida ni ejercida presión en el corazón ajeno. Lo prometió por su propio deseo y con el derecho de autodeterminación en la mano, debía de ser verdad.

Pero una buena historia alardea de un buen final, y éste llegó más pronto de lo que él esperaba, "no todo salió tan bien como me prometió" se dijo, enrabietado, arropado de nuevo por el temblor que había abandonado, culpando a quien prometía dicha sin cumplir la promesa.

La rabia dio paso a la pena, la pena a la culpabilidad, la culpabilidad a la fragilidad y esta última al miedo, miedo a romperse sin saber que estaba roto, miedo a dañarse sin mirar sus arañazos, miedo a saltar, ¡a saltar! ¡Él que no había saltado en su vida! "¿Miedo?" se dijo, "yo una vez no tuve miedo"

Y su memoria no falló, releyó entonces el contrato de la pérdida de pavor.

Rebuscó y rebuscó, y encontró la cláusula que le torturaba.

"Se estipula que la parte A comprometida a la permanencia de por vida despojará de la sensación de miedo a la parte B al evidenciarse una mutua necesidad"


Enmudeció, no es que dejara de tener miedo, es que desechó el fracaso como posibilidad presente.

Y así cualquiera deja de temblar. Así cualquiera parece valiente.

jueves, 4 de agosto de 2016

La maravilla de no más de cinco minutos.

"Una canción que dice que un hombre solo conserva lo que no amarra"

Una canción que canta lento al son del cuento que no te contaron, la cuenta vacía y la tranquilidad que desprende, la, la, la intemperie económica y la cónica focalización de lo que importa, importancia nula de lo que se exporta, de dentro a fuera.

No existe admiración más grande que la que nace sin intención alguna.

Y no hubo ninguna bendición de quien pretendió ser libre de admirar.


Respira.

lunes, 1 de agosto de 2016

La máquina.

"Somos la maquinaria de una máquina que no funciona"

En cuanto terminé de escribir la frase en mi libreta intuí que no expresaba todo lo que quería decir, y no es que no fuera la expresión correcta, es que, quizás, no era todo lo exacta que podría ser, y sin embargo no sabía como expresarme mejor.

Corrí unas hojas hacia tras y releí "No sé si soy buen o mal escritor, pero sé que, en ocasiones, cuando tengo mucha suerte, escribo exactamente lo que quiero escribir"

Estaba claro que este no era el caso.

"Somos la maquinaria de una máquina que no funciona", Releí, reflexioné.

La vida es corta, demasiado corta, corta en exceso y con esto no hago referencia a la vitalidad que se ha de mantener por tener consciencia de este hecho, esto no es una apología del Carpe Diem. Digamos que nuestro egoísmo podría estar justificado, incluso aquel egoísmo más altruista.

"Somos la maquinaria de una máquina que no funciona" me repito.

La vida es corta, corta en exceso, tanto que la máquina de la que somos piezas fue creada antes que nosotros, siendo nuestra función la sustitución de otros que se fueron, y lo más terrorífico es que, por ser nosotros tan sólo piezas de una máquina que fue creada por decisión ajena, la única conclusión lógica es que la máquina se arregla por sí sola, sin nuestro permiso o decisión y toda pieza es sustituible a fin de que la máquina siga funcionando, y no importa que se esté de acuerdo o en desacuerdo con el funcionamiento de la máquina, ella prevé tu comportamiento y te dice:

"No me importa tu conclusión, no me importa tu pensamiento"

Y sigue trabajando, sabiéndose dueña de su destino, sabiendo que es creadora de unas piezas que garantizarán Siempre su funcionamiento.