Fue tomar contacto con ella y cruzarse ese pensamiento "parecía perfecta", estaba rellena de curvas, la que iba de su espalda a sus muslos, la que hinchaba su pecho, la que recorría su cuello y la que se anclaba en la comisura de donde otorgaba sus besos. Joder, como para no girarse en el acto, vestía falda ajustada y una camiseta de tirantes que dejaba entrever su apretado escote. Sudaba,
y yo también.
Sus zapatos de tacón elevaban su altura y forzaban a su culo para que estuviera prieto.
Llegó a la barra.
-Un Gin Tonic -dijo guiñándole el ojo al camarero.
Mierda, ella lo sabía, sabía que todos sabían lo buena que estaba, sabía las babas que recorrían tras sus andares, sabía que podía conseguir lo que quisiera con la timidez de una sonrisa que demostraba ser mentirosa a la vista del desparpajo de su actitud. Lo tenía todo en la palma de su mano, sólo debía saber a quién ponerle el cebo.
-Por fin lo has conseguido chaval, una noche conmigo, antes de que amanezca y sólo si te portas lo suficientemente bien, pero aquí me tienes, toda tuya -me dijo con una voz que comenzó a sonarme chirriante.
No era tan perfecta, pero ella no lo veía. Tragué mi whisky con hielo de un trago y golpeé la barra con el culo del vaso ancho. Le sonreí, agarré mu chaqueta y me largué.
Quien no quiere aprender, no aprende por más que le enseñes la lección.
Ella parecía preciosa aunque no lo fuera y todos lo pensaran.
En ella no había caricias verdaderas, ni susurros, ni gritos al viento, ni besos hechos canción.
Había una cosa que parecía no saber.
Y es que Todo el mundo caga.
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