viernes, 8 de agosto de 2014

A y V

A

He estado pensando mucho en usted, en su mirada, en sus andares, en la curva que se forma en la comisura de sus labios, en el sutil roce de su piel contra la piel de otras personas, en definitiva, mi querida víctima, he estado pensando mucho en usted, en lo que es usted en sí. Le seré claro, he decidido matarla, mi querida víctima. Por muchas razones, que la mayoría catalogaría de irracionales, pero sobre todo porque la amo, mi querida víctima, la amo tanto que la simple idea de que usted sea consciente del acto que yo pudiera cometer me satisface más que cualquier placer que se me haya presentado jamás. Por esa razón, yo, su asesino, seré el conquistador del primer podio en su pensamiento, por esa razón no puedo faltar a mi palabra, por esa y otras razones he de matarla mi querida víctima.

V

He estado pensando mucho en usted, en su escritura, en la desenvoltura de sus palabras, en los rabillos de las "as"al final de sus palabras, en definitiva, mi querido asesino, en todo lo que es usted en sí. Le seré clara, mi querido asesino, usted no puede matarme. Sé que le aterroriza tal concepto, sé que los muebles que amueblaron su cabeza están cayendo del tornillo que los sujetaba, de manera que le daré una explicación. Usted podrá ver mi sangre, podrá verme dejar de respirar, podrá sentir como no siente latir mi corazón, e incluso podrá ver como dejo de ver, pero no podrá matarme, porque el acto de morir, ni si quiera es un acto. Usted, al yo morir, no podrá comprobar que me ha matado, quizás sin usted yo seguiría viviendo, pero usted jamás me habrá matado, pues la muerte, mi querido asesino, queda fuera de su jurisdicción.
En cuanto a mí: querido asesino, no crea que no entiendo que desee ser partícipe del fin de mi vida, sin embargo, obstaculizar con miedo su proyecto me parece tan deplorable como su fútil deseo de verme aterrada. Si su acto tiene un fin didáctico, siento decirle que no consigo descifrarlo, con lo que el fracaso es aún mayor. Pero... ¿Qué podría enseñarme usted con tal premisa? ¿Acaso piensa que habría de vivir como si fuera a morir pronto? ¿O acaso pretende ver como me acurruco en un rincón mientras albergo la esperanza de que usted baje del podio en el que usted se posicionó sin mi permiso?

Mi querido asesino, la intensidad de una vida no es aquella que se vive por vivir con miedo.

Si la espera mata y es usted quien desea cumplir su función, ya ha fracasado mi querido asesino, pues aquí le espero.

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