-Ni si quiera estoy seguro de ser una persona.
Todos terciaron mirarme a fin de dar paso a la esperada carcajada unánime.
-¿Qué cojones dices? -alegó Juan.
Lo miré. Primero serenamente, y luego con la dureza más cruda.
-¿Sabes acaso lo que significa ser persona hoy día anormal?
Calló.
-Ser persona significa algo demasiado ficticio para que yo pueda tomarlo con la certeza que la mayoría impone -cerré los ojos un instante, inspiré y proseguí con mi discurso-. Verás, somos un nombre con sus apellidos, somos un número para el estado, somos lo que estudiamos e incluso somos la compañía de movil que hemos elegido, somos, por la más torpe elección, una cuenta de facebook, somos chat y letras del color que elijamos, somos la preocupación de asentar la cabeza, somos ocho horas laborales, ocho de sueño y ocho de ocio, somos pura programación. Pero hace mucho que no somos carrera, ni risa, ya no es importante para las "personas" visitar un acantilado, ni cubrirse de alegrías haciendo reír a un crío, no es importante jugar, no es importante ni ver ni sentir la lluvia, ni el amor, ni el hablar con desconocidos, la música pasa al plano más banal de la importancia, creemos ser el levantamiento tras la caída.
Pero si nos levantamos para seguir sin ser lo que deberíamos...
Seremos de todo menos vida.
Por esa razón estamos aquí Juan, con tres copas en el estómago, y la cuarta en camino. Porque parece que nuestra alma ha caído en la cuenta de que la hemos cubierto de mierda.
Y entre la peste de la que se impregna recuerda que quizás sea mejor olvidar lo que somos a cambio de los cuatro euros de la copa, pues si bien se sabe que se es sota, caballo y rey. Veréis que se prefiere olvidar el atentado que nos provocamos a fin de volver a ser al día siguiente aquel que ni queremos y sabemos ser.
sábado, 30 de agosto de 2014
martes, 19 de agosto de 2014
La dicotomía de su culo.
Fue tomar contacto con ella y cruzarse ese pensamiento "parecía perfecta", estaba rellena de curvas, la que iba de su espalda a sus muslos, la que hinchaba su pecho, la que recorría su cuello y la que se anclaba en la comisura de donde otorgaba sus besos. Joder, como para no girarse en el acto, vestía falda ajustada y una camiseta de tirantes que dejaba entrever su apretado escote. Sudaba,
y yo también.
Sus zapatos de tacón elevaban su altura y forzaban a su culo para que estuviera prieto.
Llegó a la barra.
-Un Gin Tonic -dijo guiñándole el ojo al camarero.
Mierda, ella lo sabía, sabía que todos sabían lo buena que estaba, sabía las babas que recorrían tras sus andares, sabía que podía conseguir lo que quisiera con la timidez de una sonrisa que demostraba ser mentirosa a la vista del desparpajo de su actitud. Lo tenía todo en la palma de su mano, sólo debía saber a quién ponerle el cebo.
-Por fin lo has conseguido chaval, una noche conmigo, antes de que amanezca y sólo si te portas lo suficientemente bien, pero aquí me tienes, toda tuya -me dijo con una voz que comenzó a sonarme chirriante.
No era tan perfecta, pero ella no lo veía. Tragué mi whisky con hielo de un trago y golpeé la barra con el culo del vaso ancho. Le sonreí, agarré mu chaqueta y me largué.
Quien no quiere aprender, no aprende por más que le enseñes la lección.
Ella parecía preciosa aunque no lo fuera y todos lo pensaran.
En ella no había caricias verdaderas, ni susurros, ni gritos al viento, ni besos hechos canción.
Había una cosa que parecía no saber.
Y es que Todo el mundo caga.
y yo también.
Sus zapatos de tacón elevaban su altura y forzaban a su culo para que estuviera prieto.
Llegó a la barra.
-Un Gin Tonic -dijo guiñándole el ojo al camarero.
Mierda, ella lo sabía, sabía que todos sabían lo buena que estaba, sabía las babas que recorrían tras sus andares, sabía que podía conseguir lo que quisiera con la timidez de una sonrisa que demostraba ser mentirosa a la vista del desparpajo de su actitud. Lo tenía todo en la palma de su mano, sólo debía saber a quién ponerle el cebo.
-Por fin lo has conseguido chaval, una noche conmigo, antes de que amanezca y sólo si te portas lo suficientemente bien, pero aquí me tienes, toda tuya -me dijo con una voz que comenzó a sonarme chirriante.
No era tan perfecta, pero ella no lo veía. Tragué mi whisky con hielo de un trago y golpeé la barra con el culo del vaso ancho. Le sonreí, agarré mu chaqueta y me largué.
Quien no quiere aprender, no aprende por más que le enseñes la lección.
Ella parecía preciosa aunque no lo fuera y todos lo pensaran.
En ella no había caricias verdaderas, ni susurros, ni gritos al viento, ni besos hechos canción.
Había una cosa que parecía no saber.
Y es que Todo el mundo caga.
martes, 12 de agosto de 2014
P.
Quizás no sepa ni la mitad de lo que debiera dadas las circunstancias,
Quizás haya más cizallas cortando mis alas.
Quizás no deba hacer jamás apología de la ignorancia.
Pero quizás no se sepa cuán de lejos se llega cuando se ignora lo que te para.
Quizás hoy muera alguien que fue importante para alguien.
Quizás la muerte fue la clave que abrió la veda para que otros ojos pronuncien su apertura.
Quizás, con ayuda, se pueda sentir el hábito de sentir el aire.
Pero no existe nadie que viva bajo esa holgura.
Quizás, y digo sólo quizás, se guarde bajo un manto de esperanza lo que no se tiene el valor de cumplir.
Quizás, si todo lo que me avergüenza, me machaca y me destruye seguir haciendo falla, quizás pueda darme ese respiro.
Quizás falte la soberbia, las armas y la falta de determinación del que calla, por eso no se pone el acento en la carcajada al reír.
Pero no nos atrevemos a seguir vivos.
Quizás la poesía no sea la alegoría que se hubiera de querer.
Que la alegría queda encerrada bajo el prisma del regalo de dioses.
Quizás seamos más cobardes de lo que nos empeñamos en creer.
Y hemos llegado al engaño universal de creer saber bien que lo sabemos todo en una complejidad cerebral de la que con orgullo alardeamos.
"Qué me vas a contar. Si tú no me conoces."
Quizás seamos más torpes de lo que nos correspondería.
Quizás nuestra mente vuele más cerca de la ausencia de certeza.
Quizás nuestra necesidad se financie a base de la alegría.
Pero tengo mis palabras bien armadas.
Y me voy a reventar cabezas.
Quizás haya más cizallas cortando mis alas.
Quizás no deba hacer jamás apología de la ignorancia.
Pero quizás no se sepa cuán de lejos se llega cuando se ignora lo que te para.
Quizás hoy muera alguien que fue importante para alguien.
Quizás la muerte fue la clave que abrió la veda para que otros ojos pronuncien su apertura.
Quizás, con ayuda, se pueda sentir el hábito de sentir el aire.
Pero no existe nadie que viva bajo esa holgura.
Quizás, y digo sólo quizás, se guarde bajo un manto de esperanza lo que no se tiene el valor de cumplir.
Quizás, si todo lo que me avergüenza, me machaca y me destruye seguir haciendo falla, quizás pueda darme ese respiro.
Quizás falte la soberbia, las armas y la falta de determinación del que calla, por eso no se pone el acento en la carcajada al reír.
Pero no nos atrevemos a seguir vivos.
Quizás la poesía no sea la alegoría que se hubiera de querer.
Que la alegría queda encerrada bajo el prisma del regalo de dioses.
Quizás seamos más cobardes de lo que nos empeñamos en creer.
Y hemos llegado al engaño universal de creer saber bien que lo sabemos todo en una complejidad cerebral de la que con orgullo alardeamos.
"Qué me vas a contar. Si tú no me conoces."
Quizás seamos más torpes de lo que nos correspondería.
Quizás nuestra mente vuele más cerca de la ausencia de certeza.
Quizás nuestra necesidad se financie a base de la alegría.
Pero tengo mis palabras bien armadas.
Y me voy a reventar cabezas.
viernes, 8 de agosto de 2014
A y V
A
He estado pensando mucho en usted, en su mirada, en sus andares, en la curva que se forma en la comisura de sus labios, en el sutil roce de su piel contra la piel de otras personas, en definitiva, mi querida víctima, he estado pensando mucho en usted, en lo que es usted en sí. Le seré claro, he decidido matarla, mi querida víctima. Por muchas razones, que la mayoría catalogaría de irracionales, pero sobre todo porque la amo, mi querida víctima, la amo tanto que la simple idea de que usted sea consciente del acto que yo pudiera cometer me satisface más que cualquier placer que se me haya presentado jamás. Por esa razón, yo, su asesino, seré el conquistador del primer podio en su pensamiento, por esa razón no puedo faltar a mi palabra, por esa y otras razones he de matarla mi querida víctima.
V
He estado pensando mucho en usted, en su escritura, en la desenvoltura de sus palabras, en los rabillos de las "as"al final de sus palabras, en definitiva, mi querido asesino, en todo lo que es usted en sí. Le seré clara, mi querido asesino, usted no puede matarme. Sé que le aterroriza tal concepto, sé que los muebles que amueblaron su cabeza están cayendo del tornillo que los sujetaba, de manera que le daré una explicación. Usted podrá ver mi sangre, podrá verme dejar de respirar, podrá sentir como no siente latir mi corazón, e incluso podrá ver como dejo de ver, pero no podrá matarme, porque el acto de morir, ni si quiera es un acto. Usted, al yo morir, no podrá comprobar que me ha matado, quizás sin usted yo seguiría viviendo, pero usted jamás me habrá matado, pues la muerte, mi querido asesino, queda fuera de su jurisdicción.
En cuanto a mí: querido asesino, no crea que no entiendo que desee ser partícipe del fin de mi vida, sin embargo, obstaculizar con miedo su proyecto me parece tan deplorable como su fútil deseo de verme aterrada. Si su acto tiene un fin didáctico, siento decirle que no consigo descifrarlo, con lo que el fracaso es aún mayor. Pero... ¿Qué podría enseñarme usted con tal premisa? ¿Acaso piensa que habría de vivir como si fuera a morir pronto? ¿O acaso pretende ver como me acurruco en un rincón mientras albergo la esperanza de que usted baje del podio en el que usted se posicionó sin mi permiso?
Mi querido asesino, la intensidad de una vida no es aquella que se vive por vivir con miedo.
Si la espera mata y es usted quien desea cumplir su función, ya ha fracasado mi querido asesino, pues aquí le espero.
He estado pensando mucho en usted, en su mirada, en sus andares, en la curva que se forma en la comisura de sus labios, en el sutil roce de su piel contra la piel de otras personas, en definitiva, mi querida víctima, he estado pensando mucho en usted, en lo que es usted en sí. Le seré claro, he decidido matarla, mi querida víctima. Por muchas razones, que la mayoría catalogaría de irracionales, pero sobre todo porque la amo, mi querida víctima, la amo tanto que la simple idea de que usted sea consciente del acto que yo pudiera cometer me satisface más que cualquier placer que se me haya presentado jamás. Por esa razón, yo, su asesino, seré el conquistador del primer podio en su pensamiento, por esa razón no puedo faltar a mi palabra, por esa y otras razones he de matarla mi querida víctima.
V
He estado pensando mucho en usted, en su escritura, en la desenvoltura de sus palabras, en los rabillos de las "as"al final de sus palabras, en definitiva, mi querido asesino, en todo lo que es usted en sí. Le seré clara, mi querido asesino, usted no puede matarme. Sé que le aterroriza tal concepto, sé que los muebles que amueblaron su cabeza están cayendo del tornillo que los sujetaba, de manera que le daré una explicación. Usted podrá ver mi sangre, podrá verme dejar de respirar, podrá sentir como no siente latir mi corazón, e incluso podrá ver como dejo de ver, pero no podrá matarme, porque el acto de morir, ni si quiera es un acto. Usted, al yo morir, no podrá comprobar que me ha matado, quizás sin usted yo seguiría viviendo, pero usted jamás me habrá matado, pues la muerte, mi querido asesino, queda fuera de su jurisdicción.
En cuanto a mí: querido asesino, no crea que no entiendo que desee ser partícipe del fin de mi vida, sin embargo, obstaculizar con miedo su proyecto me parece tan deplorable como su fútil deseo de verme aterrada. Si su acto tiene un fin didáctico, siento decirle que no consigo descifrarlo, con lo que el fracaso es aún mayor. Pero... ¿Qué podría enseñarme usted con tal premisa? ¿Acaso piensa que habría de vivir como si fuera a morir pronto? ¿O acaso pretende ver como me acurruco en un rincón mientras albergo la esperanza de que usted baje del podio en el que usted se posicionó sin mi permiso?
Mi querido asesino, la intensidad de una vida no es aquella que se vive por vivir con miedo.
Si la espera mata y es usted quien desea cumplir su función, ya ha fracasado mi querido asesino, pues aquí le espero.
sábado, 2 de agosto de 2014
Yo y Ella.
Aquella noche vino mamá antes de dormir, ella era guapa y olía bien, me gustaba. Tenía el pelo rubio y liso, y los ojos pequeños y marrones, los tenía muy marrones, me gustaban mucho.
-Hoy has jugado mucho con la pelota ¿eh? -dijo ella con la voz algo más ronca de lo que se escuchaba en el resto de las mamás.
Yo no contesté, sólo sonreí y me acomodé en la cama, ella me dio un beso en la frente y apagó la luz.
-Buenas noches.
No contesté, las luces se fueron apagando conforme ella avanzaba por el pasillo dejando que la luz de las estrellas se colara por mi ventana con una intensidad cada vez más fuerte y fue entonces cuando lo pensé, y me encontré con ella cara a cara. Era la muerte, bueno, no era la muerte en sí, pero sí que era una toma de contacto con ella, me visitó al contacto de mi vista con una estrellita, la que estaba al ladito de la luna. Me sentí tan pequeño al imaginar la longevidad y el tamaño de aquella, que la muerte se me cruzó. Pero todos los dibujos que había visto de ella estaban equivocados. No vestía con capucha negra ni portaba una gran guadaña, sus manos no eran de esqueleto ni andaba descalza, ni si quiera era mala de por sí, pero existía. "¿Qué habría tras el límite que encierra la vida?" Entonces empecé a jugar con las palabras que conocía, palabras que daban lugar a pensamientos, recuerdo que era muy divertido imaginar cosas. Imaginé que la muerte no tenía por qué ser mala por muy mala que la pintaran, pues antes de conocer los helados de chocolate no sabía que existían e incluso me encantaron cuando los probé por mucho que su color al principio me diera asco. Luego pensé que ella, que se cubría con un manto de respeto, podría ser incluso sarcástica, y la ironía que tanto nos divierte a los humanos podría estar en cada rincón de la "no vida"; luego pensé que quizás eso no fuera posible, si así fuera ¿Por qué se lloraba tanto cuando se sentía una muerte? Algo tan triste no podía ser divertido, luego pensé que claro que podía ser posible ¿Para qué se crea el sarcasmo si no es para hacer de la tristeza algo divertido?
Pasé horas y horas pensando en aquello hasta que amaneció, sin llegar a conclusión alguna, pero me divertía haciendo que aquellos extraños conceptos se dieran forma unos a otros en mi cabeza sabiendo que no habría respuesta alguna a las preguntas que me hiciera sobre ella, ella era divertida, se escondía de mis preguntas; me recordaba mucho a Eva, una niña del cole, estaba en mi clase y olía muy bien, pero no hablaba tanto conmigo como me gustaría y eso hacía que yo quisiera hablar más con ella. Me gustaba Eva, y me gustaba un poco más la muerte. Ella ni si quiera se pronunciaba, por eso sabía que yo le gustaba a ella, ella quería que preguntara por ella una y otra vez, yo sabía que me esperaría en silencio, como Eva al día siguiente en el cole. Sabía que seguiría sin responder a mis preguntas, a lo mejor, pensaba, ella espera riéndose, a lo mejor es tan divertida como lo soy yo.
Entonces encontré la única respuesta que había en aquel divertido discurso, y me sentí un poquito más fuerte.
Si bien seguí preguntando sobre respuestas ausentes, aquello parecía tener un orden igualito al de los cursos,
Y parecía que yo iba antes que la muerte.
Sonreí.
Parece que ella no ha tenido tanta suerte.
-Hoy has jugado mucho con la pelota ¿eh? -dijo ella con la voz algo más ronca de lo que se escuchaba en el resto de las mamás.
Yo no contesté, sólo sonreí y me acomodé en la cama, ella me dio un beso en la frente y apagó la luz.
-Buenas noches.
No contesté, las luces se fueron apagando conforme ella avanzaba por el pasillo dejando que la luz de las estrellas se colara por mi ventana con una intensidad cada vez más fuerte y fue entonces cuando lo pensé, y me encontré con ella cara a cara. Era la muerte, bueno, no era la muerte en sí, pero sí que era una toma de contacto con ella, me visitó al contacto de mi vista con una estrellita, la que estaba al ladito de la luna. Me sentí tan pequeño al imaginar la longevidad y el tamaño de aquella, que la muerte se me cruzó. Pero todos los dibujos que había visto de ella estaban equivocados. No vestía con capucha negra ni portaba una gran guadaña, sus manos no eran de esqueleto ni andaba descalza, ni si quiera era mala de por sí, pero existía. "¿Qué habría tras el límite que encierra la vida?" Entonces empecé a jugar con las palabras que conocía, palabras que daban lugar a pensamientos, recuerdo que era muy divertido imaginar cosas. Imaginé que la muerte no tenía por qué ser mala por muy mala que la pintaran, pues antes de conocer los helados de chocolate no sabía que existían e incluso me encantaron cuando los probé por mucho que su color al principio me diera asco. Luego pensé que ella, que se cubría con un manto de respeto, podría ser incluso sarcástica, y la ironía que tanto nos divierte a los humanos podría estar en cada rincón de la "no vida"; luego pensé que quizás eso no fuera posible, si así fuera ¿Por qué se lloraba tanto cuando se sentía una muerte? Algo tan triste no podía ser divertido, luego pensé que claro que podía ser posible ¿Para qué se crea el sarcasmo si no es para hacer de la tristeza algo divertido?
Pasé horas y horas pensando en aquello hasta que amaneció, sin llegar a conclusión alguna, pero me divertía haciendo que aquellos extraños conceptos se dieran forma unos a otros en mi cabeza sabiendo que no habría respuesta alguna a las preguntas que me hiciera sobre ella, ella era divertida, se escondía de mis preguntas; me recordaba mucho a Eva, una niña del cole, estaba en mi clase y olía muy bien, pero no hablaba tanto conmigo como me gustaría y eso hacía que yo quisiera hablar más con ella. Me gustaba Eva, y me gustaba un poco más la muerte. Ella ni si quiera se pronunciaba, por eso sabía que yo le gustaba a ella, ella quería que preguntara por ella una y otra vez, yo sabía que me esperaría en silencio, como Eva al día siguiente en el cole. Sabía que seguiría sin responder a mis preguntas, a lo mejor, pensaba, ella espera riéndose, a lo mejor es tan divertida como lo soy yo.
Entonces encontré la única respuesta que había en aquel divertido discurso, y me sentí un poquito más fuerte.
Si bien seguí preguntando sobre respuestas ausentes, aquello parecía tener un orden igualito al de los cursos,
Y parecía que yo iba antes que la muerte.
Sonreí.
Parece que ella no ha tenido tanta suerte.
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