El deseo de volar siempre estuvo ahí, fue algo intuitivo, nacido de lo irrefrenable del ser humano. será por eso que no es tan raro el acongoje que precede a un salto de paracaídas, es el vacío lo que nos hace gritar. El vértigo, escuché una vez, nace del miedo al deseo de tirarse y no al descuido de caerse, otra forma de decirlo sería que tememos más a nuestro yo como ser activo que a nuestra torpeza. He de suponer, por tanto, que el vacío estaba en nuestra identidad desde el comienzo.
Debe ser hora de aceptarlo y de fabricarse unas alas a escala.
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