martes, 27 de diciembre de 2016

Cuando acaba el videoclip.

¿Qué ocurre cuando acaba una canción de The Lumineers?

Parece que nos crecen alas, que una vida sin las ataduras que la cotidianía nos cede es posible, que el respirar más profundo tiene sentido, que la vida, sí, la vida, merece por fin todo mal trago hasta el momento. Parece que nos salimos de las estadísticas, que no hay quien calcule nuestra pasión, ni la emoción que nos hace vibrar, que el sonreír era un deporte que se nos estuvo a puntito de olvidar, hablo de sonreír de verdad, de cuando la sorpresa te da en la cara, de ser un crío que tiene ya una edad.

Pero ¿qué ocurre cuando acaba el videoclip?

¿Habré de querer que esa ilusión permanezca?

No, que se vaya, que la realidad no se abrirá paso hasta que el sueño no se desvanezca.

¿Habré de querer eso de permanecer torpe?

Depende, de si consigo hacer de eso de dormir en el suelo un deporte.

lunes, 26 de diciembre de 2016

La lucidez de la ignorancia de un niño.

Estando yo en un puesto de trabajo que consideraba de nula importancia me ocurrió algo asombroso, algo que, por su sutileza, bien pudiera haber pasado desapercibido.

Un muchacho que podía rondar los trece años comenzó, como cada día que bajaba a la piscina, a charlar conmigo sobre las viscitudes que pudieran preocupar a una mente como aquella, casi sin pretenderlo comencé a hablar de política, y a una pregunta mía respondió, sonriente y con asombrosa lucidez:

-Yo no entiendo de eso, ¡soy un niño!

Él fue consciente de su falta de información y experiencia, ¡torpe de mí! pretendiendo obtener opinión de quien carece de la información necesaria, ¡torpe de mí! que dí mi opinión en aquellos momentos en que apenas sabía de lo que hablaba, ¡torpe de mí! que consideré válida cualquier opinión si se dijo con el aplomo necesario para encontrar un asentimiento enfrente ¡torpe de mí!

¡Torpe de mí! que discutí con mi primera novia sobre la veracidad de mi idea de amor. "¿Mi idea de amor?" pienso ahora, ¡Como si yo pudiera abarcar tanto! ¡Torpe de mí! ¡Torpe de mí y torpe de aquel que creyó que con quince años pudo abarcar tanto! ¡Torpe de mí cuando me dije "yo lo comprendo"!

Cuando debí decir:

-Yo no entiendo de eso, pero estoy aprendiendo.

martes, 20 de diciembre de 2016

Vértigo.

El deseo de volar siempre estuvo ahí, fue algo intuitivo, nacido de lo irrefrenable del ser humano. será por eso que no es tan raro el acongoje que precede a un salto de paracaídas, es el vacío lo que nos hace gritar. El vértigo, escuché una vez, nace del miedo al deseo de tirarse y no al descuido de caerse, otra forma de decirlo sería que tememos más a nuestro yo como ser activo que a nuestra torpeza. He de suponer, por tanto, que el vacío estaba en nuestra identidad desde el comienzo.


Debe ser hora de aceptarlo y de fabricarse unas alas a escala.

domingo, 18 de diciembre de 2016

El cojo mantecas.

Y buscando cual buzo entre el rincón de tu sobaco, que no axila, me encontré, me encontré a mí mismo escapándome al quedarme cerca, el amor genera problemas, precisamente por evitarlos.

Es por eso que el amor no es para quien pretende gestar, para quien el fracaso le sabe dulce por preceder a la heroica sensación de recuperar la verticalidad para seguir avanzando.

El amor, supuse, no es para quien es hijo de las tretas, de la negación del asceta, el amor es para el poeta, que usa esa receta para sentirse peor.

El amor no es para el cojo cabreado que se empeña en darle patadas a sus muletas.

Aunque sepa que con muletas se anda mejor.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Sin contradicción.

Somos los compradores de los sueños que el marketing nos dijo que estaban de oferta.

De unas ideas que vimos un día y defendemos como si fueran nuestras.

De gestos que hicimos, que sin pertenecernos (y perteneciéndoles nosotros a ellos) se encargan de nuestras gestas.

De la ética que se encargue de no dañar a quien más influencia tenga sobre la visión nuestra de nosotros.

Y regalamos el oro empeñándolo con el empeño de no adueñarse de lo que somos desde la concepción.

Somos, sin nuestro permiso, pura sensación.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Las pupilas.

Tras el largo abrazo llegaría el beso, Fernando lo sabía, ese tímido momento en que las caras se van deslizando a través de la mutua mejilla para terminar siendo la comisura culpable de aquel acto y no la propia decisión, era una manera de decir "¡Eh! ¡Yo no fui! ¡Yo no quería! ¡Pasó, casi, por casualidad!"
 -Me gustas
Dijo Julia a media distancia entre su oído y su boca.
El beso era inminente y ambos lo sabían.
-Se me dilatan las pupilas cuando te veo.
Respondió Fernando antes de besarla, y cuando los besos rodearon la escena, cuando el freno quedó fuera de la participación, las ideas revolotearon por la estancia, volaron para que ellos no las atraparan, para que se centraran en aquello que era, por ser sensación pura, lo que más importaba.

Pero para el cosmos no pasaron desapercibidas aquellas frases de los amantes.
Cuando Julia, a centímetros de su oído, pronuncia esas palabras, le recorre un tímido temblor a través de la piel de los brazos, es normal, la acción de gustar aunque dependiente de un agente externo es propia, para Julia su yo era aquello que le gustaba, por eso sus gustos los trabajaba y moldeaba para que alcanzaran la perfección, él era ahora parte de su proyecto.
Por el contrario, cuando Fernando decía "Se me dilatan las pupilas cuando te veo", su piel se mantiene firme y una suave sonrisa atraviesa su semblante, lógico. Cuando Fernando, a centímetros de su boca, pronuncia aquellas palabras, está asociando su gusto a todo lo externo a su yo, él no forma parte de la decisión de su gusto, por dios, ¡él no controla sus pupilas!
Por eso para él era mucho más sencillo hablar de amor que para ella. Ella se jugaba la identidad en su ideal, él tan solo jugaba a teorizar.

Por eso ella temblaba y a él le encantaba jugar.