La inspiración, cosa de necios.
Pablo miró el zapato que yacía pegado a la esquina de la mesa, alzó la vista hacia la ventana y se dijo eso mismo "la inspiración parece cosa de necios".
Él había sentido la desesperación por ese momento de epifanía que no quería llegar y solía apostar por la búsqueda de nuevas formas de consuelo, pero la horma del zapato no le decía nada, nada sobre lo que pudiera pensar.
El día anterior había sido un día complicado, había tenido que exponer su ideal de amor con una amiga con la que solía compartir cama, y la complejidad de la situación era debida, no a la tendencia de falta de honestidad que sugiere hablar de esta temática con quien se ha intimado a niveles cercanos, no, la complejidad era debida a su terquedad a abandonar un ideal, su ideal, aquel ideal que más que una idea, era parte de su identidad, por eso cuando hablaba de amor lo hacía con convicción y defendiendo aquello de lo que No Podía estar equivocado, lo que sentía el resto, simplemente no era amor, y si lo era, él tomaría otra palabra, por derecho, por ser los demás proxenetas del amor, y así lo hizo. "Admiración" sonaba mucho mejor "Cuando amas a alguien ves imposible que otro lo ame más que tú, cuando admiras a alguien lo que te resultaría extraño es que alguien no lo admirara al menos tanto como tú".
Él sabía que si comenzaba a amar del primer modo, si comenzaba a ser una puta del amor, algo andaba mal por su interior, (ya que era donde los ideales cambiaban).
De modo que se puso a investigar.
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