jueves, 27 de octubre de 2016

Fact

Mi sociedad es una fábrica de gilipollas, de hijos del protocolo y del salvaguarde del prestigio, del latrocinio institucionalizado de ideas, de agenesia.

Hay un hombre que defiende a medias una idea que aprendió de alguien que debía de vender su interés.

La ausencia de lectura nos hace inconscientes, el odio hacia el protocolo nos hace valientes, el camino difícil nos hace fuertes, pero para serlo hay que elegirlo, pues aquellos de mirada dormida son hijos de la elección de la suerte.

"Nos vemos tras el sueño" dijo el hombre convertido en mártir,
"No"

"No"


"No"

miércoles, 26 de octubre de 2016

Cero patatero.

Una página en blanco no es tan sugerente como un teclado.

Algo inspirado, algo inspirado.

Es innegable que algún recuerdo me viene a la mente, algún deseo impertinente empeñado en catalogarme de egoísta supremo, de ególatra con su propio baremo, es por eso que el cajón de los deseos del pasado lo cierro con la fuerza que me hace avanzar.

Porque el pasado tiene su función donde está, siendo una mera ilusión la acción de traerlo al presente, somos páginas sobre las que nos escribimos, una historia en continuo nudo, y nosotros elegimos si ser un bulo, una mentira con patas, un sufrimiento constante, pero aun no tengo los pies por delante.

Lo que digo no es nada nuevo, porto la filosofía de una red social con originalidad nula de una cúpula que se niega a verse desnuda, pero que a veces... dice la verdad.

La inspiración se entrena, me dije respirando, como si el acto acometiera una estocada contra mi cobardía. "Ególatra egoísta" me digo sin conocer que significa alguna de esas palabruchas.

Aquí hay una opción de ganar y es cambiando el modo, saberse grande sin ego, quererse sin armas, amar sin miedo, acordándose de lo que el fracaso nos enseñó.

Que sí, que un día moriremos, pero el resto de días no.

martes, 18 de octubre de 2016

La tierra y el cielo.

-En una habitación cerrada no hay nada que explorar tras el primer vistazo.

Para él una habitación era material, un espacio delimitado por los torpes trazos de un arquitecto, nada destacable si nadie lo habita, no había exploración más equivocada que aquella que se sustenta en la ausencia de lo que se busca, no se podía pensar en la alegría sin ver las arrugas de las comisuras de sus ojos, ni en la tristeza sin la certeza de haberse encontrado con alguna de sus ojeras. Él era un hombre de hechos, hijo de la tierra, de lo urbano que en vano cree demostrar tener razón, de intuición sedada en la misma cama donde dejó morir su corazón.

Para ella no existía mejor razón para el olfateo del indicio que la ausencia del sujeto, "en efecto, no existe otra razón", veía una sonrisa en la curva de una escritura, tristeza en un delimitado desorden, cariño en la cortina remendada, el espasmo de un orgasmo inesperado justo al lado de las sábanas desechas, no había exploración más certera que aquella que mira por encima de lo visible, del deseable acto de intuir. Ella era una mujer de sueños, hija del cielo, de las alas que crecían en desiertas llanuras, una mujer que augura fortuna en la bruma de la imaginación, de ojos brillantes nacidos del semblante que le enseñó a criar la cría que una vez fue y que, en cierto modo, nunca murió.

Y aun a sabiendas del fracaso que eso suponía no se resistieron al placer del sexo, de ese nexo insuperable de la atracción de lo infinitamente diferente, de aquello que saben que no pueden aprender por no ser complementario, y no es que no lo hubiera, es que hacerlo significaría perder parte de su yo, de esa identidad que tan cuidadosamente se dedicaban a abrazar.

¿Por qué se besaban entonces? ¿Por qué no dejaban sus deseos fuera de la escena y se marchaban de aquel lugar?


Debe ser que quien no lidia con la dentera, no aprende nunca a arañar.

sábado, 8 de octubre de 2016

Llanto de seda

Imaginé que lloraba y siendo un llanto, imaginé que, por no verlo, era uno de esos que nunca vi, no de necesidad desesperada, no de inmadurez supina y de brazo alargado para agarrar lo que luce inalcanzable, no, ese no era el llanto que vi.

El llanto que vi era un llanto lúcido y consolado, tratado con el mimo con el que se tratan las cosas importantes, con cuidado de no romperse, mecido en sus propias lágrimas, sabiéndose ausente de toda sátira, un llanto suave de seda.

Un llanto que se sabía sincero.

Supongo que sería por eso por lo que temblé.


Me daba miedo.

viernes, 7 de octubre de 2016

Noche.

No hay gloria en la exaltación de una noche de fiesta,
ni placer en la búsqueda del empeño de extensión bajo cualquier excusa,
ni blusas preciosas cuando se desabrochan por ser más vacías que suaves.

Hay bares en los que no se bebe tranquilo y bailes despreciables por tener objetivo,
Será que estamos tan desesperados por follar, que nos olvidamos de estar vivos.

Siempre hubo tiempos mejores, he ahí el nacimiento de la nostalgia.

Pero la jovialidad se puede columpiar en las arrugas y tras las dudas puede llegar la magia.


Hay que aprender a mirar, con el arte que nos salga.

Y de repente, casi sin darnos cuenta

Abra Kadabra.