jueves, 13 de marzo de 2014

La Cajita.

Su codo empujaba la barra de aquel tugurio hacia abajo, como si sintiera que la gravedad no fuera suficiente, acto seguido miró el cabello a media espalda de la camarera y pensó, "oh dios, que todas las historias estén todavía por comenzar", juntó los antebrazos en el vértice forrado de madera, y miró su whysky con hielo. "Tengo que dejar de beber whysky... y además tengo que aprender a escribirlo de una puñetera vez, me da la impresión de que tiene demasiadas "y" griegas". Dejó que la ternura de sus cuarenta y cinco grados penetrara por su lengua y se hiciera paso a través de su garganta para llegar a su torpe gratificación y su sonrisa de suficiencia, y aun así sonreía.

Por fin llegó ella, morena, melena a media espalda, sonrisa despeinada al viento, y viento en la mirada. 

-¿Una cerveza, como siempre? -Preguntó él con la torpeza que le correspondía.
-No, ya no bebo -Respondió ella con la autoridad que se auto imponía.
-Claro -dijo él al paso que terminaba su whysky y encargaba una cerveza a la mujer de la pícara sonrisa de detrás de la barra y de más de media noche, Cenicienta la llamaba, jamás la alcanzó a ver pasadas las doce.

-¿Qué quieres? -La monotonía de su voz anunciaba lo que él se negaba a aceptar... estaba hasta el coño de él.

-Lo preguntas como si mis intenciones fueran confabulaciones de premisas para tener un discurrir a través de tus palabras.

-Y tu me respondes como si no quisieras responder, casi se podría pensar que me estás dando la razón.

-Bueno, he escuchado alguna vez que la razón no es tanto de quien la tiene que de quien la compra. -dijo él dejando que se entrecerrara un ojo a medida que abría su media sonrisa, era su particular forma de divertirse dando paso a un corto silencio.

-¿Te refieres al periódico verdad? -respondió ella sin poder evitar enseñar la primera fila de la hilera que enseñaba su boca, agarró su vaso de cerveza para tomar un trago.

Luego prosiguió.

-Hemos acabado lo mejor que podíamos acabar, no lo estropees.

Él dio otro trago a la cerveza que ella le quitó de las manos y volvió a mirar el culo de Cenicienta.

-No hay forma de acabar bien, quizás porque lo bueno no acaba, o quizás porque lo bueno está continuamente empezando, o quizás porque lo único que nunca se acaba es lo que muere, y ni tu ni yo estamos muertos -dio otro trago a la amargura de una cerveza que resaltaba una dulzura que le hacía recordar que no estaba hablando para sí, sino que ella estaba delante.

-Cariño, estoy...

-Lo se, y me alegro de que seas feliz; ¿Jugamos a las promesas?

-Tu eres tonto.

-Venga, tú me prometes que él te hace feliz y yo te prometo buscar la inspiración entre otras miradas. ¿Qué te parece?



-Me parece justo.

Y tras un breve silencio y un pequeño intercambio de miradas volvió a hablar.

-Sigues guardando ases en la manga ¿no es cierto?

Y respondiendo a una pregunta que no le habían hecho escupió entre risas, a medida que se iba escapando de aquel tugurio.









-Te quiero poeta.

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