¿Recuerdas el principio?
Yo me acercaba con una torpeza inocente que incitaba a tu piel a rozarme, te sonreía con matices que tan sólo tu me arrancabas, arrancaba la fuerza de tu mirada cuando paseaba alrededor del sendero que yo le planeaba. Instauramos mutuas semillas y ¡Crecieron mariposas en nuestros estómagos! ¡La leche! Nosotros que nos conformábamos con un buen puchero; pero seguimos, y en contra de la contracorriente bebimos más de una cerveza que nos acercaba, y arañamos nuestros cuerpos para soltarnos las risas a la cara.
Pero con el comienzo acabado arañamos nuestros anhelos, y por los cielos que en nuestras caras caían las mierdas más raras, despotricamos al lado de otras parejas asemejas que comenzaban, dejamos abierta la boca para que esas mariposas se escaparan. Y así fue como se acabó el principio.
Siendo el fin de nuestro principio, el principio de nuestro fin.
domingo, 16 de marzo de 2014
viernes, 14 de marzo de 2014
Salto.
“Las ganas ya no son lo
que eran” pensó mientras engullía la liquidez del yogur frente a la primera
serie que encontró en la televisión. Estaba decidido a no salir, incluso
después de la expectativa presentada y de aquel mensaje que le empujó hacia los
exteriores de un sueño que aún no había empezado a desarrollarse.
¿Qué ganaba? Mas que la
seguridad de que acabaría con cervezas de más, con el anhelo anclado en la
mirada de más de una dama, y quizás con algún piropo metido entre los labios de
alguna descarada.
¿Qué perdía? A sabiendas
de que pudiera ser que nada funcionara.
Y aunque su honra
guardara, ni si quiera se podía dar por sentado, como por sentado dio lo que se
le presentó de manera más clara.
La dignidad estaba
sobrevalorada.
jueves, 13 de marzo de 2014
La Cajita.
Su codo empujaba la barra de aquel tugurio hacia abajo, como si sintiera que la gravedad no fuera suficiente, acto seguido miró el cabello a media espalda de la camarera y pensó, "oh dios, que todas las historias estén todavía por comenzar", juntó los antebrazos en el vértice forrado de madera, y miró su whysky con hielo. "Tengo que dejar de beber whysky... y además tengo que aprender a escribirlo de una puñetera vez, me da la impresión de que tiene demasiadas "y" griegas". Dejó que la ternura de sus cuarenta y cinco grados penetrara por su lengua y se hiciera paso a través de su garganta para llegar a su torpe gratificación y su sonrisa de suficiencia, y aun así sonreía.
Por fin llegó ella, morena, melena a media espalda, sonrisa despeinada al viento, y viento en la mirada.
-¿Una cerveza, como siempre? -Preguntó él con la torpeza que le correspondía.
-No, ya no bebo -Respondió ella con la autoridad que se auto imponía.
-Claro -dijo él al paso que terminaba su whysky y encargaba una cerveza a la mujer de la pícara sonrisa de detrás de la barra y de más de media noche, Cenicienta la llamaba, jamás la alcanzó a ver pasadas las doce.
-¿Qué quieres? -La monotonía de su voz anunciaba lo que él se negaba a aceptar... estaba hasta el coño de él.
-Lo preguntas como si mis intenciones fueran confabulaciones de premisas para tener un discurrir a través de tus palabras.
-Y tu me respondes como si no quisieras responder, casi se podría pensar que me estás dando la razón.
-Bueno, he escuchado alguna vez que la razón no es tanto de quien la tiene que de quien la compra. -dijo él dejando que se entrecerrara un ojo a medida que abría su media sonrisa, era su particular forma de divertirse dando paso a un corto silencio.
-¿Te refieres al periódico verdad? -respondió ella sin poder evitar enseñar la primera fila de la hilera que enseñaba su boca, agarró su vaso de cerveza para tomar un trago.
Luego prosiguió.
-Hemos acabado lo mejor que podíamos acabar, no lo estropees.
Él dio otro trago a la cerveza que ella le quitó de las manos y volvió a mirar el culo de Cenicienta.
-No hay forma de acabar bien, quizás porque lo bueno no acaba, o quizás porque lo bueno está continuamente empezando, o quizás porque lo único que nunca se acaba es lo que muere, y ni tu ni yo estamos muertos -dio otro trago a la amargura de una cerveza que resaltaba una dulzura que le hacía recordar que no estaba hablando para sí, sino que ella estaba delante.
-Cariño, estoy...
-Lo se, y me alegro de que seas feliz; ¿Jugamos a las promesas?
-Tu eres tonto.
-Venga, tú me prometes que él te hace feliz y yo te prometo buscar la inspiración entre otras miradas. ¿Qué te parece?
-Me parece justo.
Y tras un breve silencio y un pequeño intercambio de miradas volvió a hablar.
-Sigues guardando ases en la manga ¿no es cierto?
Y respondiendo a una pregunta que no le habían hecho escupió entre risas, a medida que se iba escapando de aquel tugurio.
-Te quiero poeta.
Y tras un breve silencio y un pequeño intercambio de miradas volvió a hablar.
-Sigues guardando ases en la manga ¿no es cierto?
Y respondiendo a una pregunta que no le habían hecho escupió entre risas, a medida que se iba escapando de aquel tugurio.
-Te quiero poeta.
sábado, 1 de marzo de 2014
El Perdedor.
Y dejé de escribir, dejando escrito en la piel de las
palabras que quizás ya no me acompañaban, una pena, tanto que viajaron junto a
mi compañía, tanto que me acompañaron entre versos de las piedras, entre
ilusiones impuestas por las buenas propuestas del altruismo.
Pero ya dejé de escribir, ya no siento ese tiento que rompe
el miedo de una mentira que pasa a ser verdad, ya no veo la ficción agarrada al
corazón de una imaginación que se empeña en volar, ya no hay un anexo al sexo y
a su preludio, ni si quiera un tenue estudio del paisaje que se acaba de rozar,
ya no existe un roce a otro nivel de lo que se conoce ni un artista en la pista
de baile, ni una conversación temblorosa entre risas de cobardes, ya no hay
quebraderos de cabeza, pero hay cerveza.
Y mujer, tenga usted la certeza de que...
Todo lo perdido lo
volveré a tener bajo mi arcón.
Porque a pesar de que todo lo perdí.
Sigo siendo un ganador
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