Es la tercera vez que veo su nombre en la pantalla de mi móvil parpadeando, vibra, como si quisiera llamar mi atención, como las dos primeras veces, "que le jodan", me digo por tercera vez, sabiendo la mentira que ergarzan mis palabras. La negociación se abre paso sin mi permiso a través de mis negativas, de mis reticencias a sus ojos y aprieto el botón verde.
-¿Si?
-Hoy, a las doce en el bar.
-Pufff.
-Venga, ¿hay algo que perder?
Y allí estaba, con cerveza en mano y con la atención puesta en la cornisa de sus pupilas, con la ebriedad pintada en mi rostro, y con la respiración cada vez más acelerada, vi y caí en la cuenta de que no era otra cosa lo que yo quería, que traté de perderme entre mil cuerpos en pelotas y lo que quería realmente era morder sus labios desnudos, que he sufrido orgasmos de gritos en los cielos, y lo que deseaba eran dos palabras y su sonrisa. Que he sentido el amor de tres o cuatro variedades de sonrisas vacías, sabiendo que era su sonrisa la que me llenaba.
Te amo y eso es lo único que importa.
Le repetía a cada regreso.
Y una mierda. Pero tranquilidad. Yo romperé los esquemas gritando la verdad. Gritando lo que nadie se atreve a pronunciar.
"Te amo y eso es lo único que tengo."
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