viernes, 23 de agosto de 2024

Como se cuidan los pobres

 

Sí. Supongo que sí me quiso. Pero su destrozo le vino grande. No tuvo hilo para remendar todo lo que fue rompiendo. No tenía ladrillos para construir los muros que fue destruyendo. Y viendo aquel panorama le invadió la desgana y se largó con su martillo a otro lugar que siguiera intacto. Total, tampoco quedaba mucho más que romper por aquí.

No me quejo del desinterés, de la flojera de la mano que no sujeta mi tacto, de las fotos que quemé pa no ver que un día sí que me quiso. No me quejo del vicio que le entraba por las narices. Qué sé yo… quizás era yo el que me drogaba poco, y poquito a poco uno se aburre con quien no debuta. No me sofoco, porque tampoco es que se pueda agarrar a alguien de los hombros y decirle, “quiéreme, hija de la gran puta”. Estoy tranquilo, porque no es difícil encontrar sustituta y con todo lo vivido me siento invencible. Si nadie es imprescindible, ¿qué derecho tengo yo para la disputa? ¿Qué pido en reclamaciones, si las fotos de la toscana ya no computan?

Nada. Niña. Nada.

Los remiendos los puse de mi bolsillo, igual que los ladrillos y los azulejos. Me he dejao las paredes del pecho alicatás y me devuelve un reflejo en el que sí me reconozco. Solo me queda un ojalá, canija, el deseo y consejo de un hombre noble.

Que aprendas a alicatarle el pecho a otro.

Es así es como nos cuidamos los pobres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario