miércoles, 21 de agosto de 2019

Un hombre o mujer cualquiera.

Soy un hombre. Un hombre o una mujer cualquiera que curó los arañazos que tenía en el corazón otro hombre o mujer cualquiera que cubrió de arañazos la superficie del mío porque otro hombre o mujer cualquiera le arañó el corazón.

Y ahora, remendando, escucho las quejas de ese hombre o mujer cualquiera, que me habla de las garras de su fiera sin saber que mis entrañas se extrañan al  sentir una dentera como esa.


Porque aunque las heridas sean ajenas, las cicatrices son nuestras.

Y si pensamos que lo que nos arañó fue la torpeza y no las fieras,

veremos que un corazón sin la delicadeza de lo impune.

Sabe querer igual... o mejor.

Porque es conocedor de que permanecer inmaculado encarna el peligro de que lo sentido se esfume,

y de que querer es exponerse a ser arañado.

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