La guitarra se
acomodaba en el molde de su estuche y yo me dedicaba a pensar: ¿qué clase de
mundo hemos creado? Un mundo donde el creador mediocre se frustra en lugar de
alzarse, donde el intelecto es usado como distracción, como una excusa más para
distanciarse del resto. Y es que aquí las escaleras no se usan para llegar a al
techo, sino para alejarse del suelo. Y cuando estamos arriba gritamos “¡eh! ¡Mira!
¡Mira lo lejos que he llegado! ¡Mira lo lejos que me he puesto!”
“¿De dónde?”
preguntaría alguien inteligente.
“De la gente”
respondería alguien honesto.
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