No os lo negaré, había una mujer, con sus curvas y la curvatura de la línea que la alejaba de mi figura. Figura... decía ella. Y yo pensaba en lo que me gusta a mí un halago. Un halago que halagaba pero no era nada, nada más que eso, un halago, disuelto en la cercanía. Que el frío había llegado a través de la abundancia, del exceso, del sinfreno de los besos, ese frío que aprieta las lágrimas contra un muro, ese frío que mantiene la congestión.
que aturde las manos y aunque asienta a la cabeza,
resiente el corazón.
Un corazón frío.
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