Que se pare el mundo, que frene su discurso y mantenga estática la cruel soberbia de no preguntar, que haga del dinamismo un recuerdo, que modere su frenesí y mantenga silente su pretensión egoísta.
¡Que se pare el mundo! Que queme el manguito y con un silbidito aguarde a la espera, como todos, y así arregle su tara.
¡Que se pare el mundo! Que empatice con la mesura que se pierde de tan mala suerte que no se recupera.
¡Que se pare coño! Que alargue la tarde para que de lugar a más opciones.
¡Mundo párate! ay... ¡Qué bonito suena! Pero el mundo no se para.
Pues nada.
Habrá que echarle cojones.
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