Bienvenidos, damas y caballeros, les otorgo el beneficio del juicio, no seré yo quien pare vuestro criterio, ¡Y no! No criticaré el acto inmundo, inmune e impulsivo de criticar. Jamás me dedicaría a ser yo quién frene los pies de quien da su opinión tanto con la diestra como con la siniestra.
-Harías bien en puntualizar correctamente, ¿No quedaría, por distinción, mejor nombrar la zurda en lugar de la siniestra?
-Sí, además ¿Cómo come el comienzo aludiendo antes a las faldas que a los pantalones? ¿No sería de mejor ver nombrar antes a los hombres?
-¡Y no solo eso! ¿Cuál es la razón de no sinonimar el juicio en sustitución por sentencia? Tal cambio otorgaría a la fonética el aire de esfuerzo y dominación requerido que creo que pretendes, autor.
-No olvidéis, mis queridos camaradas, el nombramiento del calificativo de inmunidad cuando hace referencia a las palabras de quién otorga opinión. ¡El autor no podría estar más equivocado! ¡No se fija en lo importante!
Lo mágico del equívoco es que sin duda y si se quiere, puede encontrarse entre casi todas las palabras.
Ya veo cuál es su necesidad.
Hay gente que necesita escribir, encontrar entre las palabras un ápice de brisa, una caricia del arte.
Hay gente que necesita juzgar, encontrar en cada palabra un fallo.
Sin mí, caballero, usted no tendría nada de que hablar.
Pero sin usted, caballero, Yo seguiría hablando.
Así que dígame, ¿Qué es lo que realmente importa?
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