Crecer significa entender que las experiencias se equiparan. Saber que nadie es especial provoca que la expresión “me han hecho mucho daño” suene estúpida, estulta, infante, cría, deshilachada, deshecha, inmadura. “¿Y a quién no le han hecho mucho daño, criatura?”. Los comportamientos no son excusas de un pasado que explica cómo hemos llegado a ser así. Es el lenguaje con el que nos expresamos.
No quiero
explicaciones, ni excusas. Ni insulsas ascuas que esconden miedos enconados. Ni
soberbia sostenida sobre media hostia. Que aquí todos nos hemos tallado la
figura a palos. Será por eso que los malos siempre recalcan el sufrimiento
vivido, como si lo sufrido bastara para justificar su condición de villanos.
Claro, porque para ser un hijo de puta necesitas dar explicaciones. Esa es la
coyuntura de los grandes cabrones, que hasta para las peores situaciones encuentran la excusa en todo lo que vivieron.
Pero parece
que carecen de altura de miras para observar que no son los únicos que
sufrieron, aunque sí los únicos que quisieron ser únicos en su sufrimiento.
Son los
cobardes que dimitieron de sí mismos,
Y contrataron
a su ejército de heridas para explicar su comportamiento.
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