jueves, 8 de octubre de 2020

Desacato

 

Soy un mendigo en una habitación. Un sintecho confinado acondicionándose a un ambiente amurallado. Tenía un par de manos que servían a mi corazón. Que combatían en permanente actividad bajo su mandato. Hasta que hicieron su revolución. Se las condenó por desacato, por atender a las consecuencias de su sola condición. Por tocar lo que el corazón pudría, y agarrar aquello que lo mecía en un turbio vaivén.

Entonces, pensó el corazón, ¿Quién soy yo, si no me pongo a su nivel?

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