La vida, en ocasiones,
brilla tranquila. Hay un rincón hueco que se mece en el vaivén suave de la
calma, que sana el alma y se dedica a acomodarme, a acomodarla.
Y cuando aquello
ocurre, de repente, me doy cuenta de que estoy vivo, que sigo aquí, en algún
lugar de mis adentros, y siento profundamente.
Me explico, no hay
objeto del sentir en ese momento, no existe dirección que apunte hacia algo, no
es un adentro afectando o afectado por un o hacia un afuera; es un adentro
mecido, sentido, vivo. Un adentro en silencio, sonriente, sin precio y
presente.
Y tanto me brilla ese
adentro dentro de mi pozo
Que me rebosa el cuerpo
Y el brillo, sin
querer, se me escapa por los ojos.
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