Se caen en pedazos los
cielos.
Los amores rotos se
recogen de los suelos. Pero están rotos y afilados. Son cristales que abrazamos
sin recelo llorando desgarrados y, en nuestro desgarro, los agarramos. Como si
fueran trozos del cielo que se nos cae, como queriendo rehacer el gozo para no
olvidarnos de como sabe.
Sabemos del tacto del
querer, del pacto que sin querer firmamos.
Que yo no soy un santo,
te dije cuando nos besamos. Pero tengo un corazón bonito.
Sabemos del tacto del
querer y del pacto que sin querer firmamos todos.
Que nada es seguro, que
el abandono es entendible.
Que nacemos solos y
todos somos sustituibles.
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