viernes, 22 de marzo de 2019

Quiso ser viento.


Quiso ser viento, que la libertad regara sus poros, frescor por exceso de ventanas, luz, naranjas y sexo. Viento, porque el viento se escurre, porque el viento se escapa, porque el viento, estando, no sabe donde está. Quiso ser viento, y tanto, tanto lo quiso, que un día lo fue. Y volaba y tiraba al volatinero de Nietzsche, y acariciaba el cabello y se reía por la conciencia de la banalidad. Pero hubo un problema, cuando se levantaba, gozando los vaivenes de su naturaleza, su ligereza se evidenciaba. Y se supo incapaz de quedarse quieto, incapaz de escuchar, incompetente no por azar, sino por quererse en la libertad de no atenerse a la curvatura de la gravedad, ni a presión alguna sobre sus hombros. Incapaz de atender a la importancia de la rabia, sabia que sabía quebrarse los huesos. Incapaz de llorar hasta rajarse el alma, incapaz de gritar, de ser cristal solo para partirse con ganas contra el suelo. Y esto que suena tan bonito, a él le sonaba a exceso.

Quiso ser viento y tanto, tanto lo quiso, que lo fue. Y para serlo,

               Se quedó sin peso.

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