Quiso ser viento, que
la libertad regara sus poros, frescor por exceso de ventanas, luz, naranjas y
sexo. Viento, porque el viento se escurre, porque el viento se escapa, porque
el viento, estando, no sabe donde está. Quiso ser viento, y tanto, tanto lo
quiso, que un día lo fue. Y volaba y tiraba al volatinero de Nietzsche, y
acariciaba el cabello y se reía por la conciencia de la banalidad. Pero hubo un
problema, cuando se levantaba, gozando los vaivenes de su naturaleza, su
ligereza se evidenciaba. Y se supo incapaz de quedarse quieto, incapaz de
escuchar, incompetente no por azar, sino por quererse en la libertad de no
atenerse a la curvatura de la gravedad, ni a presión alguna sobre sus hombros.
Incapaz de atender a la importancia de la rabia, sabia que sabía quebrarse los
huesos. Incapaz de llorar hasta rajarse el alma, incapaz de gritar, de ser
cristal solo para partirse con ganas contra el suelo. Y esto que suena tan
bonito, a él le sonaba a exceso.
Quiso ser viento y
tanto, tanto lo quiso, que lo fue. Y para serlo,
Se quedó sin peso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario