miércoles, 13 de noviembre de 2013

Todo y Nada.

Oh dios, como añoro tus cabellos, esos que languidecen en la rozadura de tu cintura, quién tuviera el placer de ser una caricia en cualquiera de los poros de tu piel, ¡Mujer! Ardo en deseos de embriagarme con una bocanada de tu aroma, me queman las ganas de agarrar tus caderas, y quedarme a un beso de distancia de tu boca, sentir el aliento que emana de tus labios que piden a gritos sin hablar que sean cerrados, y te cierro, arranco tus vestiduras mujer, los botones de tu camisa ya no son necesarios, como tampoco lo es el enganche de tu sujetador, ¿Para qué querrías salvaguardar la limpieza de tan ajustado vaquero? ¿Para qué querrías mantenerte al margen mi cielo? Tus manos, impacientes desabrochan mi cinturón, son torpes, y te ríes, más de desesperación que de diversión, te aparto, rodeo mi brazo derecho el recorrido de tu espalda, aprieto con fuerza, con la misma fuerza que te empeñas en retener ese escalofrío, quieres que todo vaya más rápido y arañas mis hombros, te empotro contra la pared y rodeas con tus piernas mi cintura sabes que ahí está la táctica secreta de tus gemidos.


Y mientras añoro todo eso,

Y aun existiendo ausencia de acto, te empeñas en preguntar, te empeñas en saber.



-¿Me amas?

-Claro, pero tranquila niña.







Que me hago una paja y se me pasa.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Sigo.

Quise caminar porque vi el arco iris que brindaba de color el final del camino, y a mitad de camino atravesó la periferia de mi mirada un caballo ¡Y quise cabalgar! Porque me vi agarrando con fuerza unas crines como quien agarra la libertad, de modo que cuando cabalgaba divisé a mi derecha el mayor y más hermoso de los árboles que tuvo la decencia de postrarse ante mi temple y quise trepar, "templado", toqué la corteza que lo recubría y trepé avasallado por la extrañeza que me envolvía, como a él le envolvía el musgo que fue capaz de colonizar toda su piel, por valentía, y ante esa escena me pilló desprevenido el atardecer, así que trepé hasta media asta de la gran cumbre que me esforzaba por alcanzar, y respaldado por el tronco central posé mis pies en una rama y quise llorar, quise llorar por la emoción de lo maravilloso que era la pudiencia de tener algo tan hermoso que divisar, y las lágrimas se acercaron y antes de que pudieran bajar, las sorprendí, porque quise reír, aunque tuviera los ojos embaucados de brillo, y en mi cara se postró esa media sonrisa, recordándome que nada de eso era lo que yo quería.



Recordándome.



Que estaba lleno de medias tintas.




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