-¿Cómo?
-Sí, ya sabes, verdades que nadie reconocería, verdades que se mecen entre cascadas de justificaciones, como aquella mujer que prefirió verse, por cobardía, entre los brazos de su verdugo a estar sola, o como aquel hombre que reza por que alguien sentencie su relación, porque sus manos son demasiado débiles para romper esa rama, por cobardía señora, por cobardía.
-¿Y quién eres tú para juzgar eso? ¿Acaso no bailaste entre los vaivenes de los impulsos de volver a unos besos? ¿Acaso eres tú el único que se abre a la sinceridad?
-Lo soy mujer, pero no se lo digo a nadie -dijo él guiñando su ojo derecho-. Al final todo acaban siendo actuaciones y excusas por no asumir que se tiende a la cobardía, a abrazar el miedo, por eso se hizo tan popular la frase de "el amor lo puede todo", no es que el amor lo pueda todo, es que todos temen que le dejen de amar. El amor no es la fuerza más dura que forja los lazos más férreos, no señora, se tiene miedo a la soledad, a no encontrar a alguien que sea tan especial como el anterior, se tiene miedo y por eso se mantiene algo que hace daño. No somos valientes aunque lo parezcamos, somos el carcelero que mantiene en prisión al guerrero que quiere gritarle a la vida. Somos la preferencia de un beso seguro aunque no nos guste. Somos lo que somos señora, y por ocultar lo ocultamos hasta de nosotros para que nadie lo vea.
Por ser somos como este texto cielo... Sin que nadie lo lea.
Por ser somos como este texto cielo... Sin que nadie lo lea.
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