A veces el amor es
enfermizamente dañino, como una cama de clavos. Te vuelve astuto, atento,
introspectivo, concentrado, te mantiene alerta.
A veces, es como un sofá.
Te atrapa, te mulle, te acomoda hasta vender orgulloso la astucia de uno por la
calma de sus almohadones.
Otras, es como el suelo. Firme, terrenal, inamovible.
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