Cuando atiné a hablar
me di cuenta que tenía la voz tomada y pensé que era la expresión más bonita
que jamás había escuchado: la voz tomada.
Cuando uno tiene la voz
tomada no la ha perdido, no se ha quedado sin voz, por el contrario esta está
tomada. Tomada, como si uno la hubiese perdido contra voluntad. Un algo
aparentemente ajeno había conseguido a robar algo tan mío como la voz. Entonces
caí en la cuenta de que somos constantemente susceptibles de ser atravesados
por sensaciones que, en su paso, toman de nosotros lo que consideran que les
pertenece.
Yo, por mi parte,
dejaba todo a su vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario