miércoles, 11 de diciembre de 2019

El hilo.


Hay un hilo delgado que nos sujeta y nos suspende sobre el abismo, la fosa oscura y tragona que nos hicieron temer. Aprendimos a tener vértigo y éste nos enseñó a agarrarnos con fuerza a aquello que nos libra de aquel agujero: el hilo. Y se aprietan las tensiones de los brazos, contracturas en contacto con tendones cansados de aguantar, dolores e incapacidad de actuar creyendo que el hilo, el que nos amenaza y chantajea, es la felicidad. “Mira a los que cayeron al abismo” decimos con la soberbia impropia de quien tiembla, altivos señalamos con una manita mientras la otra se agarrota sujetada al hilo que nos sujeta.

Y retumban las voces pavoneantes por aguantar sin caer, exhibiendo sus alardes.

Y el hilo dice salvarnos de lo peor que nos pudiera suceder, y se me asemeja a Dios, miserable y eterno, y ceder a su chantaje se me antoja cobarde.

Y si esas son las opciones,

Que me coman los infiernos.

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