Yo estoy bien,
me mantengo vivo. Hago deporte, como sano y hasta he aprendido a cocinar. Si me
vieras pensarías que me han cambiado por otro. Por otro mejor, más capaz, con
más ganas de vivir, con la risa en la pupila, con la vida que elegí. Soy más
deseable ahora que me he deshecho rencor. Me siento invulnerable.
Invulnerable viene
del latín, invulnerabilis. Que no puede ser herido. Mi piel ya no se abre
aunque le ponga cremallera. No me descarno, no sangro, no se me eriza la dermis
aunque yo quiera.
Los olores pasean
entorno a mis narices, pero ninguno se queda. Escucho las palabras que me
dicen, pero ninguna me llega.
Y el caso es
que a mí me gustaba deshacerme en el aroma que me regalaba tu pelo, me gustaba saberme
incapaz de dejar de mirar tu mirada cuando en mi mirada se dejaba caer.
Amar, dije una
vez, es dejar tu vulnerabilidad en manos de quien sabes que no la usará para
herirte.
Pero ahora no
tengo vulnerabilidad que depositar en las manos de nadie, no hay aire que me abra,
ni olores en los que quiera dormirme.
Ya te lo he
dicho, niña, estoy bien, aunque parezca increíble. Supongo que era inevitable.
Lo que ocurre
es que yo no quiero estar bien,
Quiero estar
sensible,
quiero ser vulnerable.