Coloso de Rodas, ¿Qué
haces tan sólo? ¿Qué tienes bajo tus pies? ¿Qué haces vuelto del revés hacia
quien proteges?
Coloso de Rodas, que no
se puede tener todo y, si encaras a los herejes, das la espalda a quien más
quieres, y tú eres lo que haces, aunque eso no sea lo que uno se merece.
Se mecen los barcos, hartos
de tantos vaivenes y de tanta agua brava, y elijes las directrices de su sino,
sabiendo que el destino de uno, no es lo que uno se esperaba.
Me pongo a tu merced, Coloso
de Rodas, y no te envidio porque sé que un delirio basta para que quieras ponerte
en mi piel y poder ver todo aquello a lo que tú das la espalda.
Que entren los navíos a
ver lo que tú no puedes.
Que revienten, dolíos,
a tu espalda, todo aquello que proteges.